El 1. º de diciembre es un día histórico y lleno de simbolismo. Cada año, el martillo suena fuerte en todo el mundo. La abolición del Ejército de Costa Rica, junto con ritual de derribar una pared del Cuartel Bellavista, estuvo bien reflejada en la Constitución de 1949. El edificio militar se transformó en el actual Museo Nacional de Costa Rica.
La lucha sin fin ha creado el valor de educar a las semillas de la paz para que sean la mejor forma de defensa de una nación. La paz real elimina el militarismo en la vida cotidiana, la conciencia y la cultura. El martillo se convierte en esperanza, libertad y fraternidad, tal y como sucedió también tras la caída del Muro de Berlín, que nos recuerda que no deberían existir divisiones entre los seres humanos.
Ejemplo. Ante la frecuencia de citar la antigua proposición romana de “Si quieres la paz, prepárate para la guerra” (“Si vis pacem, para bellum”), queda la monumental pregunta de cómo la nación puede abolir sus tropas por sí sola. En la era de la sombra de la Guerra Fría, la decisión de abolir la sede militar costarricense fue de gran conmoción para todo el mundo. Sin embargo, reemplazar las armas con el virus o ADN de la paz nos demuestra que el diálogo puede prevalecer ante la confrontación armada.
Otro ejército. Además, Costa Rica declaró abolir otro ejército en 2019 ante la comunidad internacional. La descarbonización es una palabra clave en su plan de desarrollo nacional, la cual exige un adiós a los combustibles fósiles y una bienvenida a las energías renovables sostenibles. La ambiciosa fecha límite (2050) posee una hoja de ruta muy agresiva y con visión a futuro. Debido a la crisis ambiental, el mundo se enfrenta a nuevas terminologías, de las cuales se destacan: emergencia climática, ecocidio y apartheid climático.
La lucha de Costa Rica como “Campeón de la Tierra” —un 99 % de su energía es renovable— refleja un buen ejemplo para los ciudadanos del planeta. Es considerada un eje trascendental de los derechos humanos, los valores, y la ecología, y vista como una potencia en medioambiente.
Otra paz. En este contexto, primero, la península coreana está dividida en dos y tiene un entorno de seguridad diferente en comparación con Costa Rica. Para nosotros, la paz es una defensa nacional y también una economía pacifista. Por lo tanto, debemos soportar la paz perpetua, la paz estructural y la paz irreversible a través de un tsunami de diálogos multidimensionales entre las dos Coreas, América del Norte y los países vecinos, deseando los esfuerzos especiales de Corea como propietario, planificador y mediador del proceso de paz. Así como Jorge Debravo, el poeta costarricense, escribió un día, en la frontera coreana solo debería haber aire limpio para compartir.
Segundo, Corea es un país muy industrializado y tecnológico, pero todavía su energía renovable es escasa. Desde Corea, más allá del océano Pacífico, admiro la sensibilidad ambiental de los costarricenses cuando exageran diciendo que parece que el polvo del Sahara está llegando a Costa Rica. La inevitabilidad de las obras públicas y la inalienabilidad del medioambiente plantean contradicciones como guerras dialécticas.
¿Dónde están los guerreros revolucionarios que cambiarán nuestra estructura socioeconómica y nuestra vida con una posición y sabiduría más elevadas que el viento?
El autor es el embajador de Corea en Costa Rica.