Antes de la pandemia, el turismo generaba al país alrededor del 6,3 % del PIB, más que algunos cultivos tradicionales y servicios. Proporcionaba empleo directo a unas 200.000 personas y a 600.000 de manera indirecta.
La afectación económica actual no tiene comparación y es vital que el gobierno y la sociedad civil, mediante las distintas cámaras y grupos de concertación, empiecen ya a plasmar un portafolio de proyectos encaminados a transformar la actividad turística de la mano de la conservación y el uso sostenible de los recursos naturales.
Es mucho lo que está en peligro. Según una investigación llevada a cabo por el Centro Internacional de Política Económica para el Desarrollo Sostenible de la Universidad Nacional (Cinpe-UNA) con el apoyo del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), el aporte de los parques nacionales y reservas biológicas fue en el 2016 de aproximadamente $1.807 millones. Más del 3 % del PIB.
Las empresas relacionadas con el turismo fueron las más beneficiadas, pues registraron ingresos por ¢809.478 millones, es decir, el 78,73 % del total producido.
Lamentablemente, el cierre del Parque Nacional Volcán Poás, debido a las erupciones durante el 2017, produjo pérdidas por ¢7.000 millones anuales cuando se toma en cuenta la cadena de valor derivada de los negocios aledaños.
El ministro de Ambiente, Carlos Manuel Rodríguez, afirmó recientemente en una entrevista que se perdían 150.000 visitas mensuales a los parques nacionales, cifra que representa cerca de $25 millones anuales para el Sinac, recursos que apenas cubrían un 60 % de las necesidades de la institución.
Tiempo para catalizar ideas. Para recuperar lo perdido, el gobierno debe trabajar incansablemente en la creación y promoción de alianzas público-privadas con el fin de incrementar la inclusión de las poblaciones circundantes a las áreas protegidas, que usualmente no se benefician directamente de los servicios ecosistémicos, pero demandan el uso de los “beneficios de la naturaleza” y ejercen presión e impactan, algunas de ellas, de manera ilícita mediante tala, caza o extracción.
El mayor esfuerzo debe enfocarse en mejorar la competitividad nacional, lo cual se conseguiría reduciendo costos de operación y ampliando las opciones para el visitante nacional.
El elevado costo operativo de los hoteles lo componen las cargas sociales, las tasas de financiamiento y la creciente factura eléctrica.
Los empresarios necesitan ver mejoras tangibles e integrales, así como incentivos directos que mejoren la estructura de costos.
Los precios del combustible, un gasto cuantioso a la hora de viajar en auto, deben permanecer bajos, así como los peajes, por lo menos, un 50 % más baratos por un período establecido.
La economía digital es posible incrementarla con solo fijar el viernes como un día de estudio y trabajo en la casa. Los miembros de la familia se desempeñarían en línea y tendrían tiempo para viajar desde el jueves a los distintos destinos. Esto subiría la estadía a tres noches durante el fin de semana.
Como ven, una medida sencilla no solo traerá beneficios económicos al sector turístico, sino también a las familias, pues se fomenta la unión entre los miembros y el descanso de las presas. Este podría ser el primer paso a un modelo de cuatro días de trabajo y tres de descanso.
La mayoría de los costarricenses consideran que el costo de la alimentación en los hoteles es excesivamente caro. En respuesta, se les podría ofrecer comida nacional más asequible y un paquete que incluya desayuno o almuerzo o cena.
Otra idea es mantener las promociones para nacionales durante todo el año y no solo en la temporada baja, como se acostumbra.
Costa Rica deberá ser más creativa en los sectores con mayor oportunidad de demanda futura y aprovechar que ya se habla de nuestro país como el mejor destino pos-covid-19, no solo por el potencial ecoturístico ligado a nuestras áreas protegidas, sino también por la capacidad instalada en salud, educación e infraestructura.
Nos corresponde actuar decididamente y proponer proyectos de ley orientados a estudiar las ideas expuestas aquí y que a cortísimo plazo empiece a transformarse el sector turístico y lo correspondiente al ambiental.
El autor es consultor internacional en finanzas para la conservación.