La falta de solidaridad de los asalariados del sector público me da pena. Tenemos una obligación moral con los costarricenses que sufren la disminución de sus ingresos o del todo no reciben salario.
Los funcionarios de los cuatro poderes de la República, las instituciones autónomas, el sistema bancario nacional, las universidades públicas, el servicio exterior, las municipalidades y hasta los pensionados de los regímenes existentes debemos hacer un frente común y aportar en este momento de crisis ocasionada por la pandemia.
Debemos unirnos por decisión propia y poner a disposición de las autoridades competentes para cada grupo el rebajo de un 10 % de los salarios y pensiones, dependiendo del monto que reciba cada uno, porque en algunos casos el porcentaje podría ser inferior y, en otros, superior.
Muchos costarricenses mes tras mes recibimos todos los beneficios otorgados por la ley, pero en época de vacas flacas, cuando miles de hogares ven esfumarse sus ahorros, debemos contribuir.
¿Dónde queda el humanismo y la solidaridad característicos de nuestros abuelos, dónde la bondad de nuestros antepasados campesinos que compartían lo que les sobraba de los productos que cosechaban y siempre había un plato de comida extra por si alguien lo necesitaba?
La indiferencia es infinita. ¿Por qué tiene que existir una ley o un decreto que nos obligue a brindar un granito de arena para los compatriotas que la están pasando muy mal?
Así como los sindicatos ponen el grito en el cielo por cualquier beneficio o plus que no se otorgue a sus agremiados, deberían instar a sus afiliados a brindar un aporte a los costarricenses en necesidad urgente.
De esta forma se le quitaría un poco de presión al gobierno, que se encuentra contra la pared, pues sus ingresos se desploman ocasionando un déficit fiscal mayor y el endeudamiento, al cual se ve obligado a recurrir para cubrir el faltante, será inmanejable a mediano plazo.
Acaso ignoran que sus salarios y todos los pluses, en muchos casos, ni siquiera los merecen, son financiados mediante los impuestos que aportamos todos los ciudadanos de este país.
¿Qué pasaría si el gobierno entrara en una verdadera crisis económica y no tuviera los recursos para girarnos el salario, el aguinaldo y el salario escolar, o se viera obligado a depositar el 50 % de los suelos y las pensiones?
Sé que muchas organizaciones y fundaciones se han unido y coadyuvan, con su trabajo y recursos, a solventar necesidades primarias como comida y artículos de limpieza; bien por esas personas.
Cuán doloroso se torna el panorama para Costa Rica, que se dice el país más feliz del mundo; cuanta pena que esa irrealidad se vaya desplomando como castillo de naipes y nos pegue en lo más profundo de la conciencia, y nos estruje el alma al ver tanta indiferencia.
La autora es administradora pública.