Foro: El cristianismo como salvamento de Europa

Notre-Dame, de acuerdo con el autor de este artículo, revivió la reflexión sobre la necesidad de retornar a las iglesias.

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El incendio en Notre-Dame fue desgarrador. Sentimos que una parte importante de nuestra civilización estaba ardiendo. Gracias a la pronta intervención de los bomberos franceses, la catedral fue salvada junto con la mayoría de sus tesoros.

Notre-Dame es un formidable libro de la historia de Francia. Es el lugar donde se llevaron a cabo solemnes tedeums de los reyes franceses, desde Luis XIII hasta Luis XVI; ahí, fue coronado Napoleón I; se oficiaron los funerales del victorioso mariscal de la Primera Guerra Mundial Ferdinand Foch; y donde el general Charles De Gaulle pidió celebrar una misa especial en 1944 como agradecimiento por la liberación de París.

Victor Hugo, autor de la bellísima obra Nuestra Señora de París, tenía razón cuando dijo que cada piedra de la catedral contiene la historia y la identidad de Francia.

Después de que el fuego fue controlado, resultó sobrecogedor ver a cientos de jóvenes franceses desfilar frente a la catedral, con lágrimas, rezando el avemaría con el rosario en la mano.

La desgracia había removido la más profunda entraña de la identidad de muchos franceses. Pese a la catástrofe, lo anterior resulta una esperanzadora noticia para Francia y, en general, para los europeos.

Toda esta terrible situación conduce a recordar que la identidad europea se forjó a partir de la influencia de la filosofía griega, el derecho romano, el ideario de la Revolución francesa y, sobre todo, del cristianismo.

Elemento de cohesión. El cristianismo ha sido un factor histórico unificador entre los diferentes países de Europa. Aunque esa misma identidad cristiana se ha ido debilitando a partir de un relativismo surgido de las ideas de Marx, Nietzche y Feuerbach, y actualmente debido al virulento neomarxismo (falso progresismo) que enarbola, entre muchas cosas, la subjetividad referente a que “cada persona tiene la razón y tiene su verdad”.

En el cristianismo, el efecto ha sido un debilitamiento moral que posibilita, o explica, las reiteradas crisis económicas, como cuando algunos Estados gastan de manera irresponsable en favor de una élite gubernamental y genera quiebras públicas. Igualmente, promueve un vacío de referentes morales que produce un progresivo asentamiento de la violencia.

En ese contexto, el cristianismo no aparece como una opción reconstituyente, pues ha sido constantemente atacado, subvalorado y hasta perseguido. Se nos olvida que el cristianismo exhala una moral revelada que tiene más de dos mil años de credibilidad, que ha conformado nuestra civilización y ha inspirado la vida de millones de personas y ha generado frutos de belleza (como Notre-Dame), sabiduría (la creación de las universidades) y de humanidad (la vida de muchos santos).

Volver a las iglesias. Desde mediados del siglo XX, los padres de la Unión Europea visualizaron con claridad la trascendencia de la herencia cristiana en la conformación del bloque. Konrad Adenauer y Robert Schuman hicieron énfasis en la importancia del cristianismo como elemento clave para contrarrestar el resurgimiento del nazismo o la potencialización de la dictadura de Stalin.

El historiador inglés Arnold Toynbee decía que el progreso real —independientemente del progreso de carácter técnico-económico— se daba a partir de la sana espiritualización de una sociedad, y para el caso de Europa debía reconocerse “la herencia del cristianismo occidental”.

La Europa actual, sin embargo, quiere desconocer esa influencia, y en nombre de una mal entendida multiculturalidad o diversidad prefiere dejar el espacio para un alarmante vacío de referentes morales que abren campo a la violencia urbana (“chalecos amarillos”) y violencia fundamentalista (yihad islámica).

Europa, por tanto, debe abrazar de nuevo el cristianismo para proteger su identidad y garantizar su supervivencia a largo plazo. Solo mostrando una sólida unidad en cuestiones de seguridad, fe e identidad conseguirá enfrentar con éxito los conflictos. Los europeos deben volver a las iglesias. La negligencia imperdonable de Notre-Dame nos lo ha recordado contundentemente.

rodrigocardenasv@gmail.com

El autor es abogado.