Un gran amigo me decía que una crisis es una oportunidad que no debe desaprovecharse. Hoy, creo que mi amigo tenía razón.
Nos enfrentamos a una crisis sin precedentes, que demanda dedicar tiempo a pensar en el futuro y soñar con el mañana habiendo superado este momento aciago.
Hay dos proyectos en la corriente legislativa que ilustran cómo pensar en el futuro con valentía y la certeza de que a nuestro Estado le es posible evolucionar para ser más eficiente, más útil y más cercano a la ciudadanía.
El primero es el expediente 21738, cuya finalidad es el fortalecimiento del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), y el segundo, el 22016, conocido como Hacienda Digital para el Bicentenario.
Oficios modernos. El INA que nos merecemos es una institución que debería tener flexibilidad para generar currículums basados en las necesidades reales de la sociedad y de las empresas generadoras de trabajo, pero además necesita versatilidad para impartir los cursos en horarios adaptados a la fuerza laboral.
Ambas cosas parecen lógicas, empero no son posibles por amarras legales de hace 55 años, cuando el país era muy diferente.
Como entonces, el INA sigue siendo fundamental, mas para enfrentar la cuarta revolución industrial es necesario quitar las cadenas que le impiden hacer bien su trabajo.
Con apego a la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas, el INA podría contar con un marco de empleo mixto con el objetivo de reclutar el mejor talento para la formación profesional sobre las bases de un empleo público moderno, como el salario único y la eliminación de pluses.
También sería una entidad técnica fuera de los alcances de los vaivenes políticos, pues la dota de una dirección técnica desvinculada de los cambios de cada cuatro años y de nuevas funciones de control para la junta directiva.
Contra la evasión y a favor del contribuyente. El proyecto Hacienda Digital para el Bicentenario, negociado desde hace meses y recientemente presentado a la corriente legislativa, transforma la Hacienda pública, no solo los sistemas, sino también al Ministerio desde su raíz para que tenga efecto real en la ciudadanía.
Con la aprobación y ejecución de la ley, Hacienda dejará atrás 59 sistemas informáticos que no se comunican entre ellos y responden a las necesidades de cada área del Ministerio sin la lógica de una sola institución.
El sistema digital elimina trámites engorrosos para la inversión y los contribuyentes, y promueve una mejora en la gestión tributaria, más control en el uso de las exenciones y mejoras sustanciales en la fiscalización, lo cual terminará en una lucha frontal contra la evasión.
El sueño de una hacienda digital depende necesariamente de reconvertir el organigrama institucional y de la generación de una ley orgánica del Ministerio de Hacienda que cohesione la institución y termine de una vez por todas con los feudos internos, que obstaculizan el trabajo creativo, articulado y eficiente de una institución cuyo personal altamente calificado está deseoso de aportar a la reconstrucción de la Costa Rica pos-covid-19.
La Asamblea Legislativa tiene en sus manos dos iniciativas de gran calado para comenzar a surcar el futuro con esperanza, pero, sobre todo, con el sentido de oportunidad para reconvertir nuestras instituciones para que sean más cercanas a la ciudadanía y respondan a las necesidades reales de la Costa Rica que se atreve a pensar en grande y es parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El autor es exviceministro de Hacienda.