Querido entrenador, nadador, triatleta, amigo, consejero y padre adoptivo de muchos centroamericanos que pasamos por sus enseñanzas, regaños y correcciones con el ceño fruncido y voz ronqueta.
En estos tiempos de covid-19, ¡cuánto desearía darle un abrazo y agradecerle tantas enseñanzas, tantas correcciones, tantos consejos, tantas verdades, tantos chistes y tantas anécdotas inolvidables que, de seguro, quienes lo conocimos vivimos juntos!
Lo conocí después de mi corto ciclo olímpico en el triatlón y, al final de mi carrera, como deportista de élite. Usted me enseñó lo más valioso que aprendí de un entrenador: el valor de ser un maestro.
Me llevó al Comité de Deportes de Belén como entrenador de triatlón, durante unos Juegos Nacionales, y cuando se fue para Heredia lo seguí sin dudarlo, como parte de su equipo.
Pero no se trata de mí, sino de la pasión, el estudio constante y la energía interminable que nos inyectó a quienes estuvimos cerca de usted.
Bajo su dirección, o como compañeros de equipo, usted siempre compartió su conocimiento. Le era imposible contener la pasión que hervía dentro de su cuerpo. Tanto así que se ponía de puntillas cuando exudaba energía.
Cuando eso pasaba, sabíamos que a continuación vendría un grito ronqueto de corrección, que al final de la temporada se convertiría en un abrazo y en una felicitación por haber dado más de lo que nuestros límites nos imponían, y nos colmábamos de éxito juntos, como equipo.
Su filosofía de equipo estuvo llena de energía, dedicación y entrega; cualidades que se confundían con el amor de un entrenador-padre hacia sus pupilos-hijos.
El 8 de mayo se fue sin verlo una vez más, sin escuchar sobre sus éxitos en Guatemala, Australia, China y más.
Usted se fue y, con ello, perdimos la posibilidad de escuchar sus experiencias, que siempre nos transmitían conocimiento, alegrías, correcciones para obtener el éxito y, más aún, amistad.
Querido profe: cuánta falta nos hará y qué difícil despedirse en estos tiempos en que no pudimos acompañarlo hasta su sepultura.
El corazón se me quiebra en mil pedazos, y solo pido a mis colegas deportistas, amigos y a su familia llenarnos el pecho de orgullo por el deporte costarricense y centroamericano como una forma de decir adiós a Juan de la Rosa Murillo.
Todos lo extrañaremos.
El autor es exseleccionador de triatlón.