Durante la discusión de la aprobación del Protocolo Adicional a la Convención Iberoamericana de Derechos de los Jóvenes, aun sabiendo que lo que procede es ratificarlo o rechazarlo, la diputada Nidia Céspedes propuso agregar a la frase “Las personas jóvenes tienen derecho a elegir o expresar libremente su orientación sexual e identidad de género” el adverbio de negación no para que se lea: “Las personas jóvenes no tienen derecho a elegir o expresar libremente su orientación sexual e identidad de género”.
Ese adverbio cambia radicalmente la razón de ser de la convención, su naturaleza y propósito. Pero más grave aún, refleja una posición homófoba. ¿Qué pretende? ¿Devolver a los jóvenes al clóset y poner tres candados para que no puedan salir?
¿Creerá que la orientación sexual no se define hasta que se llega a la mayoría de edad y mientras tanto debemos esconder, desaparecer e ignorar que esta población existe y tiene derechos?
Queda claro el anhelo de volver al oscurantismo en materia de derechos humanos. No sé si la diputada contempló, si fuera posible aprobar su propuesta, qué hacer con aquellos jóvenes que “violaran” la norma y expresaran su orientación sexual: ¿Los apresarían y los enviarían a un reformatorio o los multarían? ¿Serían admitidos en los colegios o los excluirían de la sociedad?
Con respecto al trozo donde se lee “Fomentar programas de educación y concientización para los jóvenes en cuestión de orientación e identidad sexual”, la diputada propuso eliminar “identidad sexual”.
No comprendo por qué tanto miedo a hablar de identidad sexual y, más aún, vinculada a la palabra educación si gracias a la educación sexual y a las guías del Ministerio de Educación Pública se logró bajar la tasa de embarazos adolescentes del 20 % al 14 % en una década.
Tal vez, si hubiéramos tenido una buena educación sexual no se propondrían cambios como los sugeridos por la legisladora fabricista.
No cerremos el clóset, abramos la mente y el corazón, seamos más justos y respetuosos. Así, tendremos una mejor sociedad.
e.gonzalez.acasa@gmail.com
El autor es médico.