Faltan datos de salud de los adolescentes

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SEATTLE – Los datos pueden salvar vidas. Sin ellos, no sabríamos que fumar causa cáncer de pulmón y enfermedades coronarias, que usar casco reduce la mortalidad en los accidentes de motocicleta y que mejorar la educación de las mujeres aumenta la probabilidad de supervivencia de sus hijos (son solo algunos ejemplos). Dada la importancia de contar con datos fiables, su recolección debe ser una alta prioridad.

Un área particular donde faltan datos adecuados es la salud de los adolescentes. Las personas de entre 10 y 24 años de edad reciben mucha menos atención que otros grupos etarios, una omisión frecuente en las políticas sociales y sanitarias internacionales (tal como destaca la nueva comisión de The Lancet sobre el tema).

En muchos aspectos, nuestro futuro depende de la salud de los adolescentes. En los países de ingresos bajos y medios, hay más adolescentes que nunca antes. Y la salud que tengan hoy afectará su bienestar futuro y definirá su capacidad de ganarse la vida, engendrar y criar hijos sanos, cuidar de sus padres cuando envejezcan y conducir a sus países hacia la paz y la prosperidad.

Contar con datos sobre la salud de los adolescentes puede ser crucial para garantizar un futuro mejor, al permitir a los gobiernos y otros actores diseñar programas sanitarios eficaces y focalizados. El primer paso es hallar dónde, por qué y cómo se producen muertes frecuentes de adolescentes.

Estas últimas décadas se hicieron numerosos estudios para determinar las tasas de mortalidad en adultos y en niños de menos de cinco años, pero no para personas de edades intermedias; esto hace muy difícil el seguimiento de las muertes de adolescentes en países que no tienen sistemas adecuados de registro civil y mantenimiento de estadísticas vitales.

Para resolver esta falencia, los donantes y los gobiernos deben financiar la creación de métodos de estudio que permitan medir las tasas de mortalidad en adolescentes. Se podrían agregar las preguntas pertinentes a las encuestas que ya se realizan periódicamente en países de ingresos bajos y medios (como las encuestas demográficas y sanitarias, y las encuestas agrupadas de indicadores múltiples).

Pero también necesitamos datos de los adolescentes durante sus vidas; lo ideal sería obtenerlos directamente de ellos mismos. En la actualidad, las encuestas de hogares generalmente excluyen a personas de menos de 15 años. Y si bien algunos países hacen encuestas en las escuelas, suelen ser infrecuentes, debido a las restricciones presupuestarias. Para peor, en los países de ingresos bajos y medios es común que no incluyan a los adolescentes no escolarizados (que dejaron los estudios o nunca entraron a la escuela).

De modo que gobiernos y donantes también deben trabajar en la creación y realización de encuestas focalizadas en los adolescentes. Estas deberían apuntar (entre otras cosas) a crear una imagen clara de la exposición de los adolescentes a factores de riesgo evitables, como el uso de alcohol y sustancias ilegales, las conductas sexuales inseguras, la violencia, la obesidad, la inactividad física y la dieta insalubre.

Para complementarlo, también debemos invertir en comprender mejor de qué manera estos factores de riesgo (que es más común estudiar en conexión con la niñez y la edad adulta) inciden en la salud de los adolescentes. Según el Estudio sobre la Carga Global de Enfermedades, los factores de riesgo sanitarios explican al menos el 50% de los casos de muerte prematura y discapacidad en adultos de 50 o más años de edad; para los jóvenes, la cifra se reduce al 26%. Se necesitan más estudios para guiar la política y planificación sanitaria.

La recolección de datos también debería incluir la salud mental. Según el citado estudio, se estima que en el 2013 la depresión fue una de las tres causas principales (en mujeres adolescentes) y una de las siete causas principales (en varones adolescentes) de pérdida de años de salud.

Pero los datos sobre salud mental de personas de menos de 18 años de edad son insuficientes, sobre todo en los países de bajos ingresos, y lo que hay no es comparable entre países. Por eso es fundamental que los gobiernos y los donantes inviertan en llegar a un consenso experto acerca del mejor modo de medir la salud mental e implementar esos métodos en todo el mundo (incluidos lugares con escasez de recursos).

En pocos años, quienes hoy son adolescentes gobernarán el mundo. Para conducirlo acertadamente necesitan estar sanos. Debemos invertir en reunir los datos imprescindibles para garantizar que así sea.

Ali H. Mokdad es director de Iniciativas para Medio Oriente y profesor en el Instituto de Métricas y Evaluación Sanitarias (IHME) de la universidad de Washington. © Project Syndicate 1995–2016