Se nos ha dado un mundo para trabajarlo con raciocinio y responsabilidad, pero lo estamos destruyendo. Tres grandes males lo amenazan: el calentamiento global, la contaminación de los mares y la tala de los bosques.
En cuanto al calentamiento global, se celebró en París, en diciembre del 2015, una importante conferencia. Sin embargo, faltaron medidas con mayor poder vinculante, opinan algunos entendidos.
China, Rusia, Estados Unidos y la India son los países más contaminantes, y no terminan de ceder como las circunstancias perentorias lo demandan.
El presidente Barack Obama celebró varias reuniones previas; ciertamente, fueron positivas. No obstante, los “poderosos” se habían hecho asesorar por ambientalistas pagados. Por eso, los logros fueron insuficientes, se dice.
El acelerado cambio climático pone al descubierto la infundada opinión de esos ambientalistas y la avidez de los empresarios. Si no se pone fin a tanta emisión de gases, desaparecerán pueblos enteros, veremos la invasión de varias ciudades y la desaparición de islas y especies marinas y terrestres.
Tal es el daño causado, que ya del deshielo del Ártico ha surgido un mar navegable y una considerable exploración petrolera. Por fortuna, han resultado más caras que la misma explotación. Sin duda, media una esperanza: el decrecimiento de la era del petróleo y el advenimiento de la era de las energías solar, eólica y otras más, que abren sus puertas.
Espiritualidad. Mucho se habla aquí, con pocas obras, de un incremento de la infraestructura material, principalmente representada en carreteras, puentes y caminos. Mas, del mismo modo, es prudente fomentar la infraestructura espiritual, básica para obtener una ética objetiva, no permisiva; impedir el crecimiento de la impunidad y las promesas políticas; y promover las realidades, los hechos. Mejor dicho, un país donde predomine una convivencia humana sin odios ni retrocesos.
Convendría impulsar esa estructura espiritual en la familia, las escuelas y los colegios, a fin de crear, con el paso del tiempo, una variante cultural promotora de una nueva mentalidad, generadora de ideales, y una nueva sensibilidad para amar y hacer el bien.
Asimismo, una variante cultural apta para sacudir conformismos, indiferentismos, perezas y pasividades; una sociedad de virtudes humanas y sobrenaturales, dispuesta a prestar más ayuda y educación a los desposeídos.
Corregir y mejorar. En medio de conferencias y confusiones, deben corregirse o vivificarse los ingredientes constitutivos de la infraestructura política imperante: partidos, ideologías, liderazgo, problemas nacionales, proyectos legislativos y ejecutivos, trabajos de las instituciones autónomas, municipalidades, discriminaciones políticas, contratos, nepotismo, reforma fiscal, subejecución de presupuestos, préstamos caducos, duplicación de funciones…
Como todos sabemos, corren por los pasillos legislativos mayores controles de inteligencia, contratos de obra pública, proyectos sobre salud (vida).
Según puede apreciarse, corresponde a hombres y mujeres corregir y mejorar lo existente, sobre todo, salvaguardar el prestigio internacional del sistema democrático republicano y la paz social del país.
Al mundo contemporáneo lo consume un vacío: haberse apartado de Dios y perdido el rumbo. Esperemos que surja la revalorización espiritual, como lo pide el papa Francisco.
La humanidad busca esta luz. Somos seres creados, filiación divina que les pertenece a todas las personas para siempre. La meta suprema es el cielo, la vida futura.
Busquemos el soporte de lo alto. Esa fuente para asentar la vida, la justicia social y una convivencia humana con paz y libertad, no una explotación irresponsable del planeta y una mejora de las infraestructuras citadas.
El autor es abogado.