Acabo de terminar de leer el programa de estudios Educación para la Afectividad y Sexualidad Integral para los estudiantes de décimo año.
Primero: ¿Por qué se incluye en el título “estudio de la afectividad” si es poquísima la referencia a este tema. De hecho, todo el programa se centra en el “estudio de la sexualidad” y, para ser específicos, “de las relaciones corporales, genitales y coitales” como se menciona innumerables veces.
Dice el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) que la afectividad se refiere a un conjunto de sentimientos, emociones y pasiones de una persona; a la tendencia a la reacción emotiva o sentimental y al desarrollo de la propensión a querer.
Nada de esto se menciona en el programa. La palabra amor aparece poquísimas veces y aislada de un contexto. No se hace referencia al amor en las relaciones sexuales, ni al cariño, ni siquiera a la pasión. Muchísimo menos a las emociones que puede provocar una ruptura con la pareja, al respeto a los sentimientos de la otra persona (para continuar o no en una relación), a la desaparición del amor o la decisión de dejar de amar.
Del único respeto del que se habla y la única responsabilidad que se menciona es la asociada al disfrute corporal. Es decir, que todos tenemos derecho a decir si queremos ser parte de una relación sexual corporal, coital o genital o no.
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Definición escueta. De la parte emocional no se dice nada. De hecho, la definición que toma el programa para la palabra “afectividad” me resulta muy escueta.
Pero esto no es lo más grave. Posiblemente, yo me fijo en ello puesto que soy una romántica y pienso que el amor, y todas las emociones que vienen con él, son fundamentales en la educación de nuestros adolescentes. Y es probable que mi romanticismo y mis experiencias a lo largo de la vida me lleven a creer que la parte emocional es la que más debemos trabajar en ellos para que puedan tener una sexualidad plena.
Lo más grave de este programa, dejando también de lado los temas asociados a creencias religiosas, es no plantear ninguna propuesta cuya finalidad sea prevenir embarazos o desarrollar conciencia acerca de las enfermedades de transmisión sexual.
Así como lo leen, entonces, ¿qué busca?, ¿qué plantea?, ¿qué promueve? Yo lo resumo así: el disfrute pleno de la sexualidad (corporal, genital y coital). ¿Qué quiere decir esto? Que el programa de estudios propone que todos tenemos derecho de tener relaciones sexuales en el momento que queramos, con quien queramos y cuando nos sintamos cómodos y la sociedad tiene la obligación de garantizarnos estas condiciones.
Obligaciones. Se habla únicamente de las obligaciones del Estado de garantizarle al ser humano costarricense todos sus derechos sexuales. Viene la lista de derechos: a la igualdad, a la autonomía, a la vida sin violencia, a la privacidad, a utilizar los adelantos científicos, a decidir si quiero tener hijos o no, etc. Y nos ofrece también una lista de todas las instituciones a las cuales debemos recurrir, lo cual está bien, el problema es no dar una lista de obligaciones para el adolescente.
El nuevo programa de estudios no aborda las obligaciones, ni las consecuencias, ni el embarazo, ni los métodos anticonceptivos (únicamente que el joven tiene derecho a conocerlos), ni de las enfermedades, ni del impacto emocional derivado de ciertas relaciones.
Me pregunto: ¿Cómo se van a disminuir los embarazos en la adolescencia si el programa solamente habla del placer, del bienestar, de que nadie debe forzarme y de que yo debo sentirme cómoda?
Me pregunto, si lo que busca el programa es el respeto y que ningún joven tenga relaciones sin consentimiento, ¿cuántos embarazos en la adolescencia fueron causados por violación y cuántos por sexo por mutuo consentimiento? Porque, en mi lectura, lo que el programa busca evitar son los causados por la primera razón y no por la segunda.
La autora es docente.