Tengo 72 años, mi primer voto fue en las elecciones ganadas por el candidato José Joaquín Trejos Fernández. Desde entonces, he seguido muy de cerca las campañas que han transcurrido hasta ahora y los debates donde comparecieron los aspirantes a la presidencia que participaron en cada uno de esos comicios. En muchos de ellos fui parte del grupo de quienes no votaron o votaron en blanco.
Sin excepción, en cada una de esas campañas, los candidatos ofrecían, entre otras cosas: dar solución a la pobreza extrema, mejorar la salud de los costarricenses, reducir el gasto público, una mejor distribución de las tierras, modernizar la red vial y, más recientemente, quizá unas cuatro campañas atrás, dar solución a la inseguridad ciudadana y combatir el narcotráfico.
¿Cuántas campañas han pasado desde que emití mi primer voto? Las soluciones no se han dado, al contrario, se despilfarra cada vez más el dinero en el Estado con salarios, prestaciones legales y pensiones fuera de contexto.
No existen controles eficientes del gasto y de la recolección de impuestos. La pobreza va en aumento por falta de fuentes de trabajo, la salud de los costarricenses, especialmente la de menos recursos, está en vilo, la Caja Costarricense de Seguro Social es un caos al que nadie le quiere meter mano y corregir, la red vial está obsoleta e intransitable en muchos sectores, la inseguridad ciudadana y el narcotráfico producen cientos de muertes anualmente.
Engañados. El engaño reiterado campaña tras campaña que usan los políticos de estos y otros temas para atraer al elector que quiere cumplir con su deber ciudadano de emitir su voto y confía en alguna de las propuestas que se le presentan, lo llevan a uno a pensar que jamás serán solucionados los problemas. Producto de esto es que muchos hayamos preferido en campañas anteriores no votar o votar en blanco y que el abstencionismo esté llegando a niveles peligrosos que podrían ocasionar una situación altamente riesgosa para los intereses del país.
Es importante que el político tradicional se quede en su casa y deje a personas con otras ideas sacar adelante al país. Esperemos que sean personas que realmente quieran cumplir lo que ofrecen, que establezcan una nueva forma de hacer política, que no se conviertan en políticos serviles y calculadores.
Dos opciones. Vayamos a votar el primero de abril. Tenemos dos candidatos jóvenes que han hecho la diferencia, se nota un cambio en la forma de debatir en esta campaña, pareciera que los odios del pasado y los recuerdos de los logros de otras personas, que algunos querían hacer pasar como propios, serán solo remembranzas de otras épocas.
Uno de los tantos asuntos que ofrecen resolver los políticos es el gasto público, pero no dicen cómo lo harán y quién ejecutará el control. Las instituciones y el poder central no son capaces de autocontrolarse, hay muchos intereses creados que no lo permiten, el aparato estatal como tal debe ser sometido a reformas muy fuertes.
Mi experiencia laboral se dio en el campo administrativo-contable, trabajé 20 años en el sector público y 30 en el privado, por eso creo que el ente llamado a ejercer el control del gasto mediante auditorías preventivas es la Contraloría General de la República.
Evidentemente, la Contraloría necesita ser reforzada con más personal. Este podría venir de una reorganización de las instituciones que ejecutan una misma actividad y de personal sobrante en otras instituciones del Estado.
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Que importante sería para Costa Rica que en el 2022, cuando el presidente que inicie el próximo 8 de mayo entregue cuentas de su gestión a un nuevo mandatario, con orgullo pueda demostrar que muchos de los problemas que heredó están resueltos o la solución está muy avanzada.
Posiblemente, este sería el estímulo que necesitamos todos los indecisos para recuperar la fe en nuestros políticos y salir a votar sin cuestionamientos.
El autor es contador.