Ginebra. El pasado domingo 3 de marzo, España celebró su séptima consulta electoral desde su regreso a la democracia. En esta oportunidad, la participación de la población fue sorprendentemente alta: votaron cerca de un 80 por ciento del total de los electores inscritos. El resultado de las elecciones ha sorprendido muchísimo porque todos los sondeos y pronósticos le garantizaban un triunfo absoluto al Partido Popular (PP), liderado por José María Aznar. El PP ha ganado con 156 representantes sobre 141 del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Felipe González y si bien el resultado le da posibilidades para formar Gobierno, lo cierto es que es una mayoría muy frágil. Para formar Gobierno, para mantenerse y para pasar muchos de los proyectos legislativos, los líderes del PP tendrán que buscar apoyo y coalicionarse posiblemente con los pequeños partidos nacionalistas que se convierten en claves para gobernar.
Esta última campaña política fue frustrante, a diferencia de la campaña electoral de 1993, ni González ni Aznar quisieron un debate nacional. Además, ambos líderes estuvieron en los medios de comunicación ausentes y evasivos, no se comprometieron con nada y deformaron ambos la historia de los últimos años. El PSOE lo único que presentó como programa fue la continuidad y su éxito de estos años: el PP, si bien logró presentar un programa más elaborado, abogando por una reducción de los impuestos, por acelerar las privatizaciones de las empresas públicas, reducir la burocracia y el gasto público y un esfuerzo rotundo para impedir y sancionar la corrupción, todos estos puntos fueron presentados de manera tan general que estuvieron llenos de interrogantes. La campaña política, que en España dura tan solo un mes, fue además extremadamente violenta. El PSOE utilizó todos los medios posibles para descalificar a su contrario, llegando incluso a mostrar vídeos-basura sobre el PP, identificando a este partido con la extrema derecha y diciendo que con el triunfo de Aznar la democracia peligraba.
Las razones del triunfo del PP son varias, pero dos son las causas principales. El electorado español, debido a su trayectoria histórica, está consciente de que el poder debe ser rotativo, que la buena salud democrática de un sistema político solo es posible mediante la alternancia política y que los 13 años que el PSOE ha estado en el Gobierno ya eran suficientes. El otro elemento primordial ha sido que el partido que ha gobernado por más de una década ha permitido la corrupción hasta límites inimaginables. El mismo González, en uno de sus últimos mitines electorales, reconoció que "la corrupción es el gran obstáculo para ganar las elecciones". En los últimos cuatro años, las noticias sobre la corrupción han sido el pan cotidiano de los españoles. Ministros, asesores, directores de instituciones y hasta el Presidente del Banco de España han ido a la cárcel acusados de corrupción. Los españoles no creen que González sea corrupto, pero sí lo acusan de negligencia con sus subordinados. Además de la corrupción, al Gobierno de González se le ha acusado de fomentar el terrorismo de Estado a través de los famosos GAL, que utilizaron la tortura, el secuestro, las escuchas telefónicas, las contribuciones mafiosas y la extorsión en sus investigaciones policiales para liberarse de los terroristas. Lo curioso de todo esto es que ni González ni ninguno de sus subordinados han asumido las responsabilidades políticas. Sin embargo, los resultados electorales obtenidos han sido excelentes para el PSOE (el Partido conserva el mismo número de votos de hace tres años). Creemos que se debe principalmente a la personalidad de González, líder indiscutible y, sin lugar a dudas, el padre de la España moderna, que ha hecho de su país una potencia media en la escena mundial, dejando atrás aquel país atrasado allende los Pirineo, que durante casi un siglo se replegó en sí mismo. Además, el resultado de las elecciones le permite a González, a pesar de los sonados escándalos, dejar el poder con la dignidad de un estadista.
Los resultados de estas elecciones convierten al PSOE en una fuerza de oposición después de haber estado 13 años en el poder. La pérdida de los socialistas españoles es una señal de que el socialismo está en retirada en varios lugares del mundo. Pareciera que el modelo social demócrata, después de la caída del socialismo real, está dando palos de ciego en su discurso y praxis política.
Su modelo keynesiano, de fuerte intervención del Estado para mantener el empleo y una economía dirigida, parece que está en crisis. Ante la globalización de la economía y la sociedad, el proyecto socialista no presenta hoy una alternativa diferente a los otros cuadros políticos, sean estos de centro, liberales, nacionalistas o la derecha clásica. Hoy por hoy es difícil predecir en qué consiste el pensamiento social demócrata o si tiene características propias.
El triunfo del PP abre sin duda una fase interesante en el sistema político español, ha permitido comprobar que las instituciones democráticas están plenamente consolidas, además de que se pasa a un sistema político donde deberán imperar el compromiso y el diálogo para salir adelante. Queda ahora por ver qué modelo de sociedad y qué estrategias políticas utilizará Aznar para enfrentar los próximos retos. Por el momento, es importante agregar que a pesar del nuevo cambio de rumbo, será poco lo que varíe. España se encuentra tan integrada a la Unión Europea (UE), que sus márgenes de acción en política exterior o interior son casi nulos. Las políticas exteriores, económicas y sociales son en su mayor parte dictadas por Bruselas, sede de la UE: donde sí puede cumplir sus promesas electorales el PP es en lograr un mayor control administrativo para poder terminar con la corrupción, uno de los grandes males sociales de hoy día.