Sin embargo, hay varios aspectos negativos, muchos de los cuales ni se mencionan, y otros, como el elevadísimo costo de la energía que produciría Diquís, si acaso se consideran a la ligera. Iniciando por este último punto, en el Plan de Expansión, el ICE incluye su mejor estimación del costo de la energía de esta planta, $0,159/kWh, un número que podría llegar a ser muchísimo más alto dadas las experiencias de sobrecostos que el mismo ICE ha experimentado en proyectos recientes como Reventazón.
Pero aún si creyéramos que esa estimación es fiable, resulta que ese costo de energía es más de tres veces mayor que el costo ofertado en una licitación reciente en El Salvador por un proyecto solar privado ($0,050/kWh), para citar solo un ejemplo de los proyectos que ofrecen costos mucho más competitivos.
Y si a esos casi 16 centavos por kWh le sumamos el costo de transmisión y distribución del ICE, el resultado es que esa electricidad se llegaría a vender a más de $0,20/kWh, ¡cuando nuestros consumidores industriales reclaman a gritos que a duras penas son competitivos a una tarifa final de $0,10/kWh!
Consulta indígena. Otro aspecto que no pareciera tomarse en cuenta es la gran dificultad de lidiar con la consulta indígena que hace falta para construir Diquís, para la cual ni siquiera existe un mecanismo aprobado. Y aun si se llegara a aprobar un mecanismo a corto plazo, podría tomar años llegar a un acuerdo positivo que resulte en costos razonables para el ICE y el Estado. También está cómo financiar un proyecto hidroeléctrico de esta envergadura para el cual el ICE ya no tiene la misma capacidad financiera de antes, y, para peores, estos proyectos ya no son tan bien vistos ni por las mismas multilaterales que en el pasado los financiaban, dado su impacto social y ambiental.
Finalmente, el ICE pareciera no tomar en cuenta que, al hacer una apuesta por un proyecto tan grande, costoso y de construcción tan prolongada como Diquís, se elimina prácticamente toda posibilidad de escoger diferentes caminos en el futuro. ¿Qué pasaría si, por ejemplo, los costos de la energía solar y del almacenaje en baterías siguen bajando a ritmos tan acelerados como en los últimos años? Podríamos vernos en una situación donde la falta de competitividad en costos de electricidad se acentuaría a tal punto que perdamos a una gran cantidad de nuestras industrias, junto con miles de empleos. Además, haría que el costo de vida de nuestro país, ya de por sí alto, se dispare.
Opciones. Ahora, ¿existen buenas alternativas? Dichosamente sí. El estudio del BID citado por el editorial de La Nación ( “Generación eléctrica más diversa” , 7/7/2017) y por el artículo de don Javier menciona cómo nuestro sistema está en capacidad de absorber cerca de 400 MW eólicos, 400 MW solares a gran escala y 400 MW de generación solar distribuida, y esto sin necesidad de inversiones adicionales en la red de transmisión.
Esa capacidad adicional podría generar una cantidad de megavatios similar a El Diquís (al tener un factor de planta promedio menor), lo que sería suficiente para cubrir cerca de una década de crecimiento de la demanda.
Adicionalmente, se podría invertir más en el potencial geotérmico del país, y si en algún momento fuera necesario contar con más capacidad firme (por ejemplo, si las baterías no llegaran a ser económicamente viables), siempre está la posibilidad de instalar una planta de gas natural de respaldo, que además se podría utilizar en sustitución de las plantas más viejas y contaminantes de búnker y diésel, con lo que el impacto ambiental podría llegar a ser mínimo.
El autor es ingeniero y administrador.