Varios países que hace 60 años tenían un peor nivel de desarrollo que Costa Rica son hoy economías robustas. Con menos territorio, menos recursos naturales e incluso luego de nefastos conflictos bélicos nos sobrepasaron en escolaridad y producción. ¿Cuál fue el diferenciador?
Fue la capacidad de tomar decisiones. La habilidad para medir el riesgo de tomarlas, pero, sobre todo, ser conscientes del riesgo de no tomarlas. Lamentablemente, desde hace mucho, nos cuesta decidirnos por diferentes razones: técnicas, regulatorias, partidarias, políticas, ideológicas y algunas por temor y desconocimiento.
Estamos en un estado vegetativo de desarrollo, seguimos viviendo de lo bueno que hicimos en el pasado, cuando las decisiones sí se ejecutaban oportunamente. Pero lo que nos trajo acá, no nos llevará más allá. Debemos cambiar nuestra forma de tomar decisiones a la luz del vertiginoso cambio y evolución de las tecnologías. No tenemos tiempo para seguir postergando resoluciones en “beneficio” de un modelo de desarrollo obsoleto. Debemos actuar para competir en un futuro digital que, queramos o no, va a llegar.
Las tecnologías emergentes, como inteligencia artificial, Internet de las cosas y blockchain, entre otras, son la oportunidad que tenemos para cerrar brechas de desarrollo de manera mucho más acelerada. Es increíble que un proyecto cuya pretensión era la inserción de vehículos eléctricos haya sido archivado por la Asamblea Legislativa porque era “muy futurista”. No dudo de que el proyecto tuviera aspectos complicados que resolver, pero ¿archivarlo? Mejor entender los obstáculos y resolverlos.
¿Cómo es posible que estemos discutiendo la legalidad de Uber cuando dicha plataforma está en vías de obsolescencia? Uber ya está desarrollando drones autónomos para brindar transporte compartido. Quienes están pensando “ah... pero eso no es para nosotros, es muy futurista”, medítenlo.
Es más factible regular en Costa Rica drones para servicio de transporte que la inversión y regulación para que un vehículo autónomo sea factible. El tamaño de nuestro país, su topografía y su deficiente infraestructura vial así lo evidencian. Reconozcámoslo: un vehículo autónomo en nuestra querida Costa Rica “renuncia y se autodesconecta” a los 100 metros.
Futuro digital. Necesitamos entender las ventajas y los retos que un futuro digital nos ofrece. Países como Alemania y Corea del Sur, cuando usan estas tecnologías, sin duda mejoran su desempeño, el cual, ya de por sí es bastante alto, pero esas mismas soluciones en nuestro país cierran brechas de desarrollo mucho más grandes. Podemos, finalmente, acercarnos. Pero si demoramos su adopción, la brecha que hoy es gigante, se hará mayor.
Nuestro país puede convertirse en un centro de innovación. Si Uber desea desarrollar plataformas para transporte con drones autónomos, deberíamos proponerle usar San José como laboratorio donde perfeccione su nuevo modelo y lo exponga como caso de éxito.
Busquemos a Google, Tesla, Amazon y las empresas que están en Costa Rica produciendo dispositivos médicos para entender cómo ven ellos su futuro digital y determinar cómo usar nuestro país como centro de pruebas de concepto. Pero para eso necesitamos pensar diferente y hacer los ajustes regulatorios necesarios. Hacerlo haría que Costa Rica se posicione como centro de innovación y fomente la inversión extranjera.
Evolución. Las tecnologías disruptivas ya existen. Siempre estarán en evolución constante, pero ya se pueden aprovechar. El obstáculo no es tecnológico, sino regulatorio y cultural.
Debemos empezar como sociedad a tener las conversaciones que definan cómo queremos aplicarlas para nuestro bienestar en el futuro digital. No esperemos a adoptar otros modelos. Definamos el nuestro. Ya lo hicimos en el pasado.
LEA MÁS: Tecnología desperdiciada
Debemos estar abiertos a permitir que las tecnologías interactúen con doctores para mejorar el nivel de atención médica, a interactuar con maestros para mejorar y cambiar nuestro modelo de educación y, aunque implique menor privacidad, a interactuar con la policía para mejorar nuestra seguridad.
¿Son esas tecnologías una amenaza o una oportunidad para nuestro desarrollo? Son ambas. Nosotros decidimos por cuál apostar.
El autor es asesor en transformación digital.