Imposible dejar pasar la fecha sin un comentario que recuerde el nacimiento, hace 106 años, de José Figueres Ferrer, “Don Pepe” por antonomasia.
No voy a glosar las dotes extraordinarias de este ilustre costarricense, ni su influencia decisiva en el “aggiornamiento” de la sociedad nacional, que ya venía emitiendo vagidos de gestación en aquellos años fundamentales de la década de los cuarenta.
Aunque parezca irreverente para algunos apasionados, es cosa cierta en la historia del país que las reformas iniciadas por el Dr. Calderón Guardia fueron impulsadas, ampliadas y aseguradas por el colofón luminoso de los sucesos del 48; por lo que podríamos llamar “el compromiso de Ochomogo”.
Mas, no es nuestro deseo revisar la historia. En la brevedad de estos comentarios, y cobijado por la tolerancia que nos acuerdan tantos años cumplidos, tan cerca de los acontecimientos recientes, queremos aprovechar la benevolencia que hace posible esta publicación para hacer patente la preocupación que nos desazona y entristece: Costa Rica enfrenta una crisis de tonos sombríos.
Me atrevo a afirmar que dos aspectos de ella son la despreocupación con que los dirigentes políticos han manejado la economía nacional y la administración de los fondos públicos y el fracaso de esas dirigencias para preservar el caudal republicano.
Esto ha dado paso a la irrupción de improvisados trepadores, politiqueros y caudillitos sin ideología cierta, vocación de servicio u orgullo del honor, que viven la terrible ficción de que sus metas son el goce de las buenas andanzas del poder, el toma y daca del compromiso electoral basado en granjerías arrancadas al erario, puerta abierta a la más rampante corrupción.
La ocasión es buena en este aniversario del natalicio de Don Pepe para llamar la atención a las mayorías sanas del país, con el fin de presionar a aquellos que repiten falsamente su amor a la patria y se declaran fervientes demócratas, para que cesen en sus cabildeos mañosos, sus oposiciones calculadas, que encubren el apetito del poder y sus escarceos machacones que estorban soluciones positivas.
Además, para pedirles que actúen como ciudadanos rectos cuando ostentan cargos representativos y así enfrenten la agobiante realidad de los acuciantes problemas económicos.
Que escuchen el clamor creciente –que aumenta y amenaza– de la inconformidad de los pueblos ante el envilecimiento de sus dirigencias.
Si amaran a Costa Rica, no dudarían –como lo hiciera Don Pepe– en unir esfuerzos para demostrarlo.
Orlando Núñez Pérez es periodista.