En deuda con los afrodescendientes

Solo alcanzando un desarrollo económico inclusivo, que no deje atrás a ningún grupo vulnerable, nuestra región logrará erradicar la pobreza y promover la prosperidad compartida para todos sus habitantes.

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Son conocidos por distintos nombres: garífunas en Centroamérica, pardos en Brasil, morenos en Venezuela. También viven en condiciones muy distintas debido a su heterogeneidad. Sin embargo, a todos los afrodescendientes de América Latina los unen aspectos comunes: mirando al pasado, un mismo origen; mirando al futuro, el papel innegable que desempeñarán en el desarrollo de la región.

Su número supera los 133 millones, de los cuales la mayoría se encuentra en Brasil, donde viven 105 millones, seguido de Venezuela, Colombia, Cuba, Ecuador y México. Ellos constituyen una parte desproporcionadamente alta de los pobres, como lo muestra el reciente estudio del Banco Mundial Afrodescendientes en América Latina: Hacia un marco de inclusión.

Si bien los países latinoamericanos se beneficiaron de la bonanza económica de la década pasada, que permitió que millones de personas salieran de la pobreza y accedieran a servicios básicos, los afrodescendientes lo hicieron en menor medida. La prueba es que hoy tienen 2,5 más posibilidades de vivir en situación de pobreza crónica que los blancos o los mestizos. Además, alcanzan menos años de educación, registran tasas más altas de desempleo y suelen ser víctimas del crimen y la violencia más a menudo. Lograr el desarrollo de América Latina pasará entonces, indudablemente, por mejorar sus condiciones de vida.

Para ello, un aspecto fundamental será darles visibilidad y reconocimiento, algo que no ha ocurrido en el pasado. En diversos países latinoamericanos como el mío, México, gran parte de la narrativa histórica se ha centrado en el pasado precolombino y las poblaciones indígenas. Sin embargo, los afrodescendientes han sido y son parte integral de nuestras sociedades. No solo por su relevancia numérica, sino también por las importantes contribuciones que han efectuado en diferentes campos, como la economía, las ciencias, la tecnología, la seguridad alimentaria, las artes y el deporte.

Cambios. Las últimas dos décadas han significado un quiebre con el pasado al haber avanzado en este reconocimiento gracias a la determinación de sus organizaciones, que han destacado por su capacidad de negociación y su involucramiento político. Esto ha permitido, entre otras cosas, que varios países hayan incorporado cambios y aprobado instrumentos legales para salvaguardar sus derechos. Como consecuencia, los afrodescendientes hoy tienen mayor visibilidad y voz.

A esto se le suman los avances alcanzados en otras áreas, como el acceso a servicios básicos y educación. Ejemplo de ello es que el número de afrodescendientes sin educación primaria y secundaria completa disminuyó. Por otro lado, varios países introdujeron variables étnico-raciales en sus censos, lo cual les permitirá conocer mejor sus necesidades.

Sin embargo, los afrodescendientes todavía enfrentan muchos retos. No solo en cuanto a las tasas de pobreza o a la baja representación en cargos públicos y privados, sino también en otros aspectos menos visibles, como la persistencia de barreras estructurales que limitan su desarrollo pleno, sea acotando su inserción en el mercado laboral o estimulando mayores tasas de deserción escolar.

Lograr la inclusión de los afrodescendientes requerirá lidiar con estos aspectos desde diferentes ámbitos. Por ejemplo, será vital diseñar y poner en práctica políticas con objetivos claros y medibles en áreas claves como la educación, el acceso a empleo y la equidad salarial. Para esto, a su vez, se necesitarán más y mejores diagnósticos y datos.

Tales políticas deberán tener en cuenta las condiciones específicas de cada país, pero también la visión y aspiraciones que tienen los afrodescendientes sobre el desarrollo. Otros aspectos fundamentales serán abordar los modelos mentales y estereotipos que causan su exclusión.

Igualdad. Somos conscientes de que el reto es enorme, pero también de que no se puede perpetuar una injusticia que comenzó con uno de los capítulos más oscuros de la historia de América Latina: la esclavitud y su terrible legado de exclusión social.

El momento de romper definitivamente con el pasado y eliminar la discriminación es ahora. Solo así, alcanzando un desarrollo económico inclusivo que no deje atrás a ningún grupo vulnerable, nuestra región logrará erradicar la pobreza y promover la prosperidad compartida para todos sus habitantes. Sin importar raza, etnia o condición social.

El autor es vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.