Como afirma el Banco Mundial , “el desarrollo ocurre a través de empleos. Estos permiten a las familias salir de la pobreza, a los individuos desarrollar destrezas y a los grupos excluidos de mujeres y jóvenes alcanzar independencia económica”.
La fuerza laboral ocupada se redujo el último año en más de 130.000 personas. Si se toma en cuenta el aumento de la población en edad de trabajar, la población fuera de la fuerza de trabajo aumentó en más de 200.000 personas.
Este problema tan grave, de una economía que no genera empleos, se remonta al menos al 2010, aunque se ha agravado en los últimos años.
Comparando los datos del segundo trimestre del 2016 con el tercer trimestre del 2010, cuando se inició la Encuesta Continúa de Empleo, observamos que la población ocupada apenas creció en 73.242 en siete años, únicamente 10.000 al año, al tiempo que la población en edad de trabajar aumentó en 374.071 en ese período.
Esto demuestra que las políticas económicas y educativas, en el sentido amplio, no han sido las más adecuadas porque estamos en presencia de políticas públicas que casi no crean empleos y en las que los salarios casi no crecen, con excepción de los del sector público.
En el mismo periodo de siete años, el ingreso mensual promedio del sector privado varió tan solo de ¢311.035 a ¢375.459, un 21%, mientras que en el sector público, el ingreso promedio aumentó de ¢641.239 a ¢940.579, un 47 % de aumento, lo que da como resultado una remuneración promedio de los empleados públicos dos veces y media superior a la de los del sector privado.
Esto muestra una preocupante desconexión entre el sector público y el resto de la población y una tendencia en donde el Estado y los privilegios de algunos funcionarios y sus grupos de presión se han vuelto un fin en sí mismos, en vez de buscar el servicio y el bienestar de los ciudadanos.
Empleo por actividad. Tratando de entender esta falta de dinamismo en la creación de empleos, el detalle de empleo por rama de actividad muestra que, en los últimos siete años, la industria manufacturera en vez de crear mayor cantidad de empleo, más bien disminuyó en 22.000 personas.
La cantidad de industrias que se han ido del país y otras que simplemente han desaparecido debe llamar a la reflexión.
El comercio ha perdido 35.000 empleos en siete años y la actividad de hoteles y restaurantes únicamente ha creado 10.000 nuevos puestos de trabajo en ese período.
¿Cómo explicar esto cuando la economía está creciendo?
Si analizamos el detalle de ese crecimiento por subsectores, nos damos cuenta de los contrastes: mientras las zonas francas y el perfeccionamiento activo crecen, redondeando las cifras en un 17% y un 16% respectivamente, el régimen definitivo que abarca todo el resto de industrias solo está creciendo el 2,6%.
El comercio está creciendo, según el IMAE, más de un 4%, pero esto se explica porque actividades como la venta de vehículos está aumentando en un 13,6% y los servicios financieros más del 10%.
En resumen el crecimiento está concentrado solo en ciertas actividades que generan pocos empleos especializados, con lo cual hay una desconexión con el grueso de la población.
Los incentivos fiscales, la facilidad de trámites y la infraestructura están diseñados para promover solo ciertas actividades y no aquellas que emplean mayor cantidad de personal no calificado o medianamente preparado, que es la mayoría.
El sistema educativo y de capacitación son una torre de marfil que, para una gran cantidad de personas, no desarrolla las habilidades necesarias para los empleos que el país podría generar Se ha buscado mantener un statu quo de gasto público creciente e inflexible, sin tomar en cuenta las prioridades sociales del país. Se ha buscado estabilidad a base de endeudamiento externo, distorsiones en el sistema financiero e incentivos fiscales a la entrada de capitales, dejando la creación de empleos en un segundo plano, propiciando así la desigualdad.
Se debe escuchar con atención a los diferentes sectores productivos y hacer los correctivos del caso en las políticas económicas. Si se cree tener siempre la razón y no modificar las políticas que se han seguido en los últimos siete años, el país va a seguir por el mismo rumbo equivocado, detonando una bomba de tiempo social y política.
El aumentar los impuestos, la única prioridad gubernamental en los últimos años y que denota una creencia de que el Estado es la solución y no el problema, solo va a agravar la situación.
La ineficiencia de un sistema financiero poco competitivo y los impuestos que pesan sobre los salarios formales deben debatirse con la realidad de las cifras y buscar cómo crear las condiciones para facilitar la creación de empleos, aumentar la competitividad internacional del país, la capacitación de la fuerza laboral actual y potencial y flexibilizar las jornadas, entre muchas otras cosas.
Realidad de los salarios. Hay que tener presente que 474.108 personas ganan menos que el salario mínimo y que 560.873 no cuentan con seguro de trabajo, con lo que toda la carga de la seguridad social de casi 5 millones de personas se concentra en menos de un 1.400.000 personas, el 28%. Esa es la realidad económica de Costa Rica. Es un círculo vicioso que se debe corregir para transformarlo en uno virtuoso.
Los datos del empleo y salarios de las Encuestas Continuas de Empleo nos muestran la urgencia de llevar a cabo reformas estructurales en varios campos, así como modificar las políticas económicas que han privilegiado el consumo sobre la producción y facilitado el endeudamiento externo, al tiempo que deben eliminarse las distorsiones causadas por el lavado de dólares.
Como lo hemos dicho antes, el empleo debe ser la primera prioridad de las políticas públicas, así como expandir oportunidades, especialmente para los grupos vulnerables y excluidos, a través de reformas de fondo y no seguir con más de lo mismo.
El autor es consultor internacional.