El bullying es una forma dañina y dolorosa de relación entre los jóvenes. Sin embargo, una cantidad importante de estudiantes de escuelas y colegios lo viven diariamente. Se ha identificado el inicio del bullying desde la escuela. Un estudio hecho en Costa Rica resalta que un 29% de los niños y las niñas encuestadas sufren agresiones de sus pares (Cabezas, 2010).
A pesar de la presencia contundente y cada vez mayor de este fenómeno, hay una tendencia equivocada a pensar que el bullying lo sufren personas carentes de habilidades sociales. ¿Quiere decir que el más agresivo tiene habilidades sociales y el que sufre las agresiones no? Nada más alejado de la realidad. La incomprensión del fenómeno de la violencia y la ausencia de atención integral expedita pueden haber alentado nuevas formas de agresión, entre ellas el ciberbullying o ciberacoso.
El fenómeno es muy interesante porque parece decir mucho sobre la forma en que se relacionan los jóvenes en la actualidad. El “nuevo” lenguaje empleado y la presencia virtual en sustitución de la física, crean la ilusión de mayor permisividad en acciones u omisiones (exaltación de la imagen, mentiras, chismes, etc.).
El ciberacoso se define como una serie de acciones agresivas, frecuentes e insistentes, contra una persona joven por parte de un compañero, compañera o grupo de pares, por medios electrónicos. La agresión por medio de Internet o de celulares tiene un efecto nefasto en las víctimas. Puede producir sensación de impotencia, desesperación, angustia y depresión. En casos extremos, autoagresión y hasta suicidio.
¿Por qué el ciberacoso genera esas consecuencias? Primero, porque el problema se expande más allá de las aulas. Se disemina de manera ilimitada. Queda fuera del control de la persona agredida, de los padres, madres, docentes y hasta de las autoridades judiciales. Se convierte en una especie de fantasma que no se sabe cuándo va a aparecer y de qué manera lo hará. Además, el agresor o agresora se mantienen en el anonimato: cualquier persona del ámbito conocido se convierte en “sospechosa”. Esto provoca una sensación de desprotección generalizada, borra el espacio de la privacidad, de la intimidad, del ámbito seguro y deja expuesta a la persona agredida. Cualquiera puede verse afectado.
¿Por qué ocurre? Ensayo una hipótesis. Los jóvenes están en un período de vida muy sensible, uno de los momentos más importantes y emocionantes, pero más dolorosos de esta cultura: la travesía de la niñez a la juventud.
Es un tiempo fecundo en que analizan el pasado en relación con el presente, la relación con sus figuras de crianza, lo que ven y aprenden de sus padres y madres. Pero, sobre todo, prueban la coherencia de la autoridad de estas figuras cercanas.
Son sensibles a lo que pasa a su alrededor. Notan cuando se transgrede una regla, cuando se comete una arbitrariedad o cuando se desatiende un asunto. Perciben las formas solapadas de agresión de las personas adultas que les rodean, sea por acción o por omisión. Advierten cuando los adultos apartan, segregan o ejercen algún tipo de violencia. Comprueban que sus padres y madres descalifican a sus docentes, pero también ven a los docentes que desacreditan a padres y madres. Perciben las inconsistencias.
Ese panorama se agrava cuando ven rechazo social hacia quienes son diferentes, hacia las minorías o hacia las personas sensibles. Esto los pone en jaque, pues ellos mismos se sienten diferentes. Constatan que la propuesta social les empuja hacia una lucha sin sentido: la ley del más fuerte. Desde esa lógica, siempre queda alguien por fuera, probablemente el que se propone como distinto.
¿Es esta la lógica de relación que se quiere para los hijos e hijas? En el acoso y ciberacoso las chicas y los chicos son los principales actores de las agresiones contra sus iguales, pero detrás de la escena están padres y madres, docentes y directores. Por tanto, el abordaje de este fenómeno social les incluye a todos. La vía es un “reaprendizaje” para actuar con sentido de responsabilidad individual y social, para así legar un espejo social en el que los jóvenes se puedan mirar para crecer sanamente.