Hace 40 años, en Estocolmo, capital de Suecia, se marcó un hito histórico en el seno de una conferencia de las Naciones Unidas sobre el futuro de la humanidad y del planeta. Esta conferencia impulsaría a Kenia y a su capital al centro de los asuntos ambientales internacionales. En medio de la creciente preocupación respecto a la contaminación atmosférica, de los suelos y de los océanos, la pérdida cada vez mayor de especies y la desaparición de los bosques a causa de la lluvia ácida, los Gobiernos decidieron establecer una entidad de la ONU encargada de coordinar la respuesta global a estos desafíos.
Entre junio de 1972 y la Sesión de la Asamblea General de la ONU del mismo año, muchos países hicieron presión para acoger la sede de la nueva entidad ambiental, incluyendo México, la India, los Estados Unidos y el Reino Unido. Sin embargo, fue Kenia la nación que finalmente ganó el debate diplomático, convirtiéndose en el primer país en desarrollo en acoger una sede de la ONU.
Las fotografías en blanco y negro tomadas en las celebraciones inaugurales del 2 de octubre de 1973 muestran al presidente keniata rodeado de guardabosques, blandiendo su conocido matamoscas, mientras que, a su lado, en posición de firmes, aparece el canadiense Maurice Strong, de 43 años, nombrado primer director ejecutivo del Pnuma.
Aportaciones científicas. Originalmente, el Pnuma se estableció con el propósito de coordinar las actividades relacionadas con temas ambientales de los demás miembros del sistema de la ONU, así como para proporcionar aportaciones científicas a los estados miembros sobre tendencias emergentes en los cambios ambientales.
El Protocolo de Montreal, relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono –el revestimiento protector que filtra los niveles dañinos de los rayos ultravioleta procedentes del Sol– es un buen ejemplo. En la década de los 80, se hizo patente que ciertos químicos utilizados en productos como los refrigeradores y los extinguidores de fuego estaban deteriorando la capa de ozono. Para el año 2010, este tratado del Pnuma había logrado coordinar la retirada paulatina de más de 100 de estos gases dañinos.
De no ser por el Protocolo de Montreal, los niveles atmosféricos de las sustancias que agotan la capa de ozono se habrían multiplicado por 10 en el 2050, lo que habría provocado hasta 20 millones de casos adicionales de cáncer de piel y 130 millones más de casos de cataratas oculares, además de daños al sistema inmunológico humano, a la vida silvestre y a la agricultura.
Hoy en día, continúa la labor de presentar los conocimientos científicos y convocar negociaciones de tratados. Hace apenas unos meses, Gobiernos de todo el mundo se reunieron en Gigiri para impulsar avances en los planes para la formulación de un acuerdo global relativo al mercurio, un conocido metal pesado que causa daños al sistema nervioso.
Al sombrerero loco de Alicia en el País de las Maravillas se le conoce como tal porque los sombrereros solían utilizar el mercurio para endurecer las alas de los sombreros, inhalando los gases despedidos en el proceso.
A finales de la década de los 80, cuando el mundo intentaba comprender las implicaciones del aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, el Pnuma y la Organización Meteorológica Mundial crearon el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.
Su trabajo científico se ha convertido en la principal evaluación de riesgo y en el punto de referencia más importante para los Gobiernos sobre las tendencias y los impactos probables del cambio climático. De igual manera, las conclusiones del Grupo han tenido un papel clave en la decisión de establecer la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y su tratado para la reducción de emisiones, el Protocolo de Kioto.
Desde el 2008, la organización ha estado abogando por la economía verde como instrumento para impulsar el desarrollo y generar fuentes de trabajo, pero de modo que mantenga la huella de la humanidad dentro de las fronteras ecológicas. Parte del trabajo de la economía verde ha sido el evaluar los servicios multibillonarios que presta la naturaleza y comunicar esta información a los Gobiernos ya que, hasta hace poco, estos servicios habían sido invisibles en las cuentas de pérdidas y ganancias.
Protección ambiental y bienestar social. A menudo, las grandes conferencias de la ONU pueden ser percibidas por el público como grandes festivales de retórica y, ciertamente, el apoyar esfuerzos para que más de 190 países lleguen a un acuerdo y cooperen puede convertirse en una tarea frustrante. Sin embargo, los beneficios reales de los acuerdos forjados por las naciones a menudo solo emergen años o décadas después.
En la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, celebrada en 2002 en Johannesburgo, se le solicitó al Pnuma actuar como líder de una alianza para acelerar la retirada paulatina, a nivel mundial, de la gasolina con plomo. El plomo es particularmente dañino para el cerebro de los niños pequeños y los jóvenes. Desde entonces, alrededor de 80 países en desarrollo, incluyendo Ghana, Kenia, Tanzania, África del Sur, Vanuatu y varios del Caribe, han eliminado el plomo de los combustibles utilizados en el transporte, y es ahora cuando se evidencian los enormes beneficios.
Los científicos calculan que las mejorías en el coeficiente intelectual, la reducción de casos de enfermedades cardiovasculares y la disminución de la criminalidad, están entre los resultados asociados con la eliminación mundial del plomo en el combustible –beneficios valorados en unos US $ 2,4 billones–.
Este es un ejemplo del vínculo directo que existe entre las medidas de protección ambiental y la dimensión social, particularmente respecto a la pobreza, la equidad y los medios de vida.
Acoger la sede del Pnuma ha sido beneficioso para Kenia, pero de igual manera ha resultado fructífero para el Pnuma radicarse en África del Este.
La inspiración, determinación, humildad, humor, consejos y apoyo de alguien como la difunta Wangari Maathai, laureada con el Premio Nobel de la Paz, le han dado forma a esta institución, fortaleciendo la confianza del Pnuma para ir más allá y evitar el statu quo.
Achim Steiner. Secretario general adjunto de las Naciones Unidas y director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)