NEWPORT BEACH – Políticos y economistas se unen ahora a inversionistas en un ritual que típicamente se realiza el primer viernes de cada mes y tiene importantes consecuencias para los mercados globales: anticipar, interiorizar y reaccionar al informe mensual de empleo emitido por la Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos (BLS, por sus siglas en inglés). En los últimos años, el informe ha evolucionado de forma significativa: no solo ofrece una evaluación del estado pasado y actual de la economía, sino que también incluye perspectivas hacia futuro.
Pensemos en el informe sobre el empleo de la BLS como un examen mensual exhaustivo del mercado laboral estadounidense. Entre sus muchas estadísticas interesantes, nos dice cuántos empleos se crearon y dónde, cómo evolucionan las ganancias y las horas trabajadas, y el número, edad y nivel educativo de quienes buscan empleo.
A pesar de la riqueza de los datos, solo dos indicadores son objeto habitualmente de una amplia atención: la creación neta mensual de empleos (que fue de 169.000 en agosto) y la tasa de desempleo (7,3% en agosto, la más baja desde diciembre del 2008). Juntos, indican una mejora gradual y sostenida de las condiciones globales del mercado laboral.
Naturalmente, se trata de buenas noticias. Hace no mucho, la creación de empleos era negativa y la tasa de desempleo se situaba en 10%. El problema es que las cifras generales dan solo una visión parcial de lo que puede suceder en el futuro.
La cifra sobre creación de empleo, por ejemplo, está distorsionada por la creciente importancia de los empleos de tiempo parcial y no revela la realidad del estancamiento de las ganancias. Mientras tanto, la cifra general sobre la tasa de desempleo no refleja el creciente número de estadounidenses que han abandonado la fuerza de trabajo, un fenómeno claramente palpable en la disminución de la tasa de participación en el empleo a apenas el 63,2%, la cifra más baja en 35 años.
Para tener una idea real de la solidez del mercado laboral, necesitamos buscar más datos en el informe de la BLS. Lo que dichas cifras nos indican –sobre el presente y el futuro– no tranquilizan mucho.
Analicemos las estadísticas sobre el desempleo de larga duración. Después de todo, cuanto más tiempo se está desempleado, más difícil será encontrar un empleo de tiempo completo con un salario decente.
En agosto, la BLS clasificó 4,3 millones de estadounidenses como desempleados de largo plazo, es decir, 37,9% del desempleo total, una cifra alarmante dado que la crisis financiera global fue hace cinco años. Además, recordemos que esta cifra excluye a todos los estadounidenses desmoralizados que ya no buscan empleo. De hecho, la proporción más grande entre empleo y población es de solamente 58,6%.
La tasa de desempleo entre jóvenes es otro indicador subestimado que tiene un nivel alarmante. Con una tasa de desempleo de 22,7%, demasiados jóvenes estadounidenses, al no tener experiencia laboral estable en el inicio de sus carreras profesionales, corren el riesgo de pasar de la condición de desempleados a inempleables.
Después siguen los indicadores que vinculan los niveles educativos con el estatus laboral. Lo más notable de dichos datos es la brecha creciente entre aquellos que tienen un grado universitario (donde la tasa de desempleo es de solo 3,5%) y aquellos sin un diploma de bachillerato (11,3%).
En lugar de confirmar el paradigma de mejora gradual y constante, estas cifras desagregadas demuestran que hay un mercado laboral altamente segmentado y a varias velocidades, con características que podrían arraigarse más profundamente en la estructura de la economía. Si continúan las actuales tendencias, el informe de la BLS dejará de ser solo una instantánea del pasado y presente, y se convertirá en un avance del futuro.
Sin duda, la recuperación desigual del mercado laboral estadounidense tiene mucho que ver con las brechas estructurales y la formulación de política que ha revelado la crisis financiera global del 2008 y la recesión que siguió. La economía sigue teniendo dificultades para generar el número suficiente de empleos para quienes trabajaban previamente en actividades centradas en el apalancamiento, que ya no son sostenibles (y menos aún deseables).
Además, las escuelas estadounidenses, especialmente los niveles de primaria y secundaria, siguen cayendo en la escala global, lo cual restringe la capacidad de los estadounidenses para beneficiarse de la globalización. Mientras tanto, los empleos existentes y recién creados ofrecen menos ventajas desde el punto de vista de las ganancias. Asimismo, la polarización política reduce el margen para generar respuestas tácticas y estructurales de política efectivas.
Esta combinación de factores es especialmente difícil para los segmentos más vulnerables de la población estadounidense, en especial aquellos con un nivel educativo limitado, los primerizos en el mercado laboral y los que han estado desempleados durante un largo periodo de tiempo.
Así, pues, mientras la creación neta de empleos seguirá y la tasa de desempleo mantendrá su trayectoria a la baja –ambas, bienvenidas–, hay el riesgo de que la evolución del mercado laboral alimente, en lugar de contrarrestar, las ya de por sí significativas desigualdades en el ingreso y la riqueza, así como la pobreza. Los mecanismos sociales sobresaturados están en consecuencia bajo una mayor presión. Y todo esto acentuará, en lugar de atenuar ,la polarización política, lo cual pondrá aún más en riesgo otras prioridades urgentes de política.
Si esta interpretación es correcta, la elevada atención que se da a los indicadores titulares del informe mensual de la BLS tiene que ir acompañada de un análisis amplio y un modo de pensar distinto. Después de todo, el informe es mucho más que un sistema de puntuación sobre cómo encaran los Estados Unidos los persistentes desafíos de tipo económico, político y social; también es un llamado urgente para realizar esfuerzos correctivos más focalizados, en los que participen el gobierno y las empresas.
Se requiere una mejor combinación de políticas monetarias y fiscales, y medidas sostenidas para aumentar la productividad y competitividad, con el fin de abordar los desafíos del mercado laboral estadounidense, aunque no son suficientes.
Los sectores público y privado –de forma individual y mediante asociaciones escalables y durables– deben pensar seriamente en la capacitación laboral y el rediseño de programas, fortalecer la movilidad laboral, la formación vocacional y las pasantías. El nombramiento de un “zar del empleo” por parte del presidente Barack Obama también ayudaría a aumentar la credibilidad, la rendición de cuentas y la coordinación necesarias para superar los crecientes y significativos desafíos laborales.
Sí, las cifras titulares seguirán señalando una mejora general en el mercado laboral. La tarea urgente ahora es asegurar que el progreso duradero no se vea minado por las alarmantes tendencias compositivas que el informe de la BLS subraya cada mes.
Mohamed A. El-Erian es director general y codirector de Inversiones de Pimco. Es autor de When Markets Collide. © Project Syndicate.