En la jerga de la Universidad de Oxford durante el siglo XX, decirle a alguien que era un “hombre gris” equivalía a llamarlo “mediocre” y “obtuso”. Se dice que los hombres grises son vistos por todo el planeta y en casi todos los lugares e instituciones. Lamentablemente, nuestra querida Costa Rica no es una excepción.
Cualquier parecido con la realidad es culpa de la propia realidad y, a lo sumo, cumplo con describirla parcialmente. Ruego al lector valorar el contenido de este artículo conforme a sus propias experiencias y dispensar a este servidor, si se ha incurrido en sinceridad excesiva.
Intrigante, noche y día. El hombre gris no es feliz: funcionario funcionalista que cuantifica metas sin velar por la calidad de su producción, y deambula por pasillos y oficinas recopilando información ociosa para intrigar noche y día. Lucha por obtener pobres cuotas de poder en casi todos los puestos posibles para los que, religiosamente, concursa, a fin de intentar llenar el vacío que le produce la certeza de saber que hay personas contentas consigo mismas y que no necesitan hacer daño para reafirmarse.
El hombre gris se jacta de ser machista y mujeriego, aunque la propia lo dejó por su propia salud mental. Pese a su cargo, un hombre gris no es imparcial ni objetivo, lo cual no oculta, sino que pregona con orgullo, que odia a los pobres, a los extranjeros, a sus superiores en rango, a los homosexuales, a sus colegas femeninas y a lo que denomina “mujeres fáciles”.
Lenta desintegración. Tan amplios son sus tonos de gris que en su vida privada, y en íntimo secreto, el hombre gris posee algunas de las características que públicamente manifiesta odiar.
De ahí que lentamente se desintegra, implosiona casi sin darse cuenta, consumiéndose como una vieja antorcha en soledad. Su discurso reiterado es una evidente sobrecompensación y, aunque siente aversión por los colores, en realidad los lleva dentro, pero sigue siendo un hombre gris de triste figura.
El hombre gris vive con la creencia de que nada puede sucederle. Por eso habla imprudentemente y su verbo es reflejo de las luchas internas que libra cotidianamente.
Si usted conoce a un individuo de estas características, puede que comprenda el sentido de esta narración, dado que, en la taxonomía social, no se les clasifica atinadamente y mucha gente finge no percibir su maledicencia.
Pero que existen… existen.