El domingo de los indecisos

Votaré por algo, sí, por la opción más decente, porque el barco no se hunda, para asustar a los ladrones y a los tiranos, pero no me pidan que sonría, eso sería demasiado.

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Votábamos por el mejor. Salíamos a la avenida ondeando banderas o sonando la bocina porque nuestro candidato era el mejor. En la acera de enfrente, el otro, el antagonista, defendía su verdad y su estandarte, pero ambos pertenecíamos a la estirpe sagrada de los que creen en algo, en alguien.








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