La codificación facial de emociones es una técnica desarrollada por un equipo de psicólogos liderados por el profesor Paul Ekman de la Universidad de California, hace varias décadas.
Se ha utilizado para detectar la mentira en el entorno militar y policial, identificar preferencias por un producto o anuncio comercial en la investigación de mercados y en algunos países para interpretar intenciones y personalidades en la política.
Asimismo, en los últimos años se han desarrollado soluciones digitales que captan los sutiles movimientos de los músculos de la cara que se asocian, mediante algoritmos, a una lista básica de emociones. Vimos un ejemplo de una de estas herramientas en el debate de Repretel.
Recomendaciones de uso. Sin embargo, como equipo de profesionales que hemos trabajado con más de dos mil líderes en Centroamérica y el Caribe, y se ha formado en las mejores prácticas e investigaciones en el ámbito de lo humano (www.alleanza.cr), queremos aportar las siguientes “recomendaciones de uso” de este tipo de herramientas:
1- Esta herramienta, como muchas otras que pretenden descifrar al ser humano, tiene una capacidad limitada de predicción. En la ciencia, se le llama “tasa de validez y confiabilidad” a esta capacidad predictiva. En el caso de las herramientas de codificación facial de emociones, esta tasa es del 53 %, es decir, hay casi un 50 % de probabilidad de que la emoción que indica la herramienta no sea la correcta.
Esto, en psicología, es considerado una baja tasa de solidez científica. Y, en términos comunes, nuestra “etiqueta”, entonces, podría estar equivocada la mitad del tiempo.
Por tanto, debemos agregar otros factores al análisis, como el tipo de decisiones que toma, los temas que le son más relevantes, lo que valora y su estilo de relación, entre otros.
2- Las emociones son volátiles, es decir, en circunstancias normales, cambian, ya sea por razones internas como por su estado físico, mental, emocional y otros; o externas, como ruido, calor, tono emocional de otras personas, condiciones de peligro, etc.
O sea, no puedo afirmar que si una persona estuvo feliz el 50 % del tiempo en una hora, estará feliz en el mismo porcentaje en la siguiente hora, o en su vida en general.
Nuevamente, en términos comunes, es como si alguien nos viera tristes en algún momento y nos etiquetara como personas tristes en general.
Con respecto a esto, la recomendación es hacer un balance de varios momentos y tendencias en las emociones de la persona y no solo uno.
3- Las emociones, como “neutralidad” o “alegría”, popularmente son consideradas “ideales” versus las de “enojo” o “tristeza”, y se suele sugerir que el ideal es “controlar” esas emociones “negativas”, mostrando ecuanimidad y autocontrol, lo que se suele llamar “poner cara de póker”.
Mitos. Entre otros, tres mitos que la ciencia ha desvelado al respecto son: 1) Disimular emociones es ineficaz, porque el cerebro humano “lee” de manera automática e inconsciente el lenguaje no verbal de otros. 2) Disimular o “controlar” emociones disminuye la empatía entre personas porque genera una incongruencia o “disonancia” cerebral, que en algún momento se llega a hacer consciente. 3) El autocontrol o supresión de las emociones aumenta el nivel de estrés y esto se termina manifestando en síntomas físicos, mentales o comportamentales que afectan a la persona o a otros. 4) Las emociones, tanto las llamadas positivas como negativas, son un mecanismo esencial de supervivencia porque en su expresión más pura son respuestas al peligro o a la oportunidad percibidos. En su estado más racional, son interpretación de conflictos de valores o de elementos que nos importan profundamente, es decir, son información valiosa para nuestra salud mental y física.
Más que controlarlas, lo ideal es gestionarlas; entender la necesidad o preocupación interna que las dispara, expresarlas de una manera honesta y serena, y encontrar las mejores maneras de resolverlas, sin causarnos ni causar daño.
Suprimirlas, disimularlas o controlarlas no permite comprender lo que las genera, ni encontrar soluciones reales y conscientes. Solo hace que se acumulen más. Liderar no es ser maestros en el arte de la “cara de póker”. Es ser maestros en la gestión, en la resolución de las contradicciones que disparan nuestras emociones y encontrar maneras sanas de atenderlas y encauzarlas.
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Consejos. En consecuencia, nuestra recomendación para el ámbito político, con base en las investigaciones científicas y nuestra propia experiencia de trabajo con líderes, es:
1- La idoneidad de una persona para un cargo debe contemplar una serie de factores (nunca solo uno) que deben considerarse de una manera balanceada y objetiva, para lo cual hay herramientas integrales de análisis, que pueden aplicarse no solo al líder de un cargo, sino a su equipo de trabajo.
2- No es recomendable promover en nuestros líderes la experticia en el disimulo de emociones, sino la experticia en reconocerlas y expresarlas con honestidad, para gestionarlas de manera constructiva.
Esmeralda San Ildefonso y María Mercedes de la Fuente Sanóu son psicólogas, socias directoras de Alleanza.