El pacifismo que ha caracterizado la idiosincrasia costarricense, al menos este año, ha sido objeto de fuertes sacudidas por acontecimientos sociopolíticos que no son ajenos a las dinámicas cambiantes de una sociedad moderna y secular que quiere justicia y libertad de expresión.
En los primeros meses, la tensión política estuvo determinada por partidarios religiosos y arreligiosos. Es posible admitir que fue por alguna sensibilidad religiosa ferviente que el poder político fue depositado en un partido político y no en otro. Luego, con la consigna de la equidad social, grupos organizados mantuvieron en tensión a la sociedad y pusieron al descubierto que la alteridad y el amor al prójimo son valores esenciales de los movimientos populares.
Sin embargo, las celebraciones navideñas capitalinas parece que no escapan a la pugna que a principios de año nuestra sociedad experimentó. La famosa carroza preparada para el Festival de la Luz por una universidad privada generó controversias, dispuso nuevamente el enfrentamiento entre dos posiciones ideológicas respecto de la vida humana.
Por un lado, los provida manifiestan su disconformidad por el hecho de que los ciudadanos han perdido sus valores tradicionales, los cuales se encuentran anclados en una antropología de corte cristianizado, basada en la doctrina de la creación. Sus adversarios manifiestan que el discurso relativamente oculto en la carroza era machista, misógino y antiecológico. En el fondo lo que la carroza quería representar era simplemente “el amor a la vida”.
Vida y muerte. “El amor a la vida” es la idea más loable de algunos seres humanos. Y como loable también es respetable. Todo ejemplar humano se encuentra día con día luchando en la dicotomía vida-muerte. Por ello, la muerte es intrínseca a la vida, aunque parezca contradictorio. Debemos quitarnos el lastre maniqueo de pensar que las oposiciones son malas y condenables, y por lo tanto hay que reprimirlas hasta opacarlas.
Pero la “vida” se dice de muchas maneras: hay vida animal, vida vegetal y vida humana. Incluso hay quienes afirman aquello de vida extraterrestre y vida después de la muerte. Que la “vida” únicamente sea representada mediante un feto de poliestireno expandido corresponde a una visión muy sesgada de lo que es la plenitud de la vida. Por lo tanto, hay que admitir que la idea de “amor a la vida” de la carroza, en realidad se encuentra atravesada por una concepción antropocentrista y fundamentalista religiosa.
Si un grupo determinado de partidarios religiosos cristianizados, en este caso, quiere denunciar y hacer un despliegue mediático en torno a que la sociedad costarricense se encuentra en decadencia y existe una pérdida de valores morales, debe ser consciente de que los valores que se han perdido son religiosos y no exactamente de corte ético-morales. Que en su pérdida se encuentran elementos claros y distintos para señalar: odio, arrogancia, poder, exclusión y dominación.
La Biblia. Al respecto de la religiosidad cristianizada, y el verdadero mensaje que mostró la representación del feto intrauterino, los textos del Nuevo Testamento no contienen alusión alguna al aborto. Solamente dos veterotestamentarios aluden expresamente al tema del aborto.
El libro de Job (21,10) contiene algunas referencias al aborto, pero sin matices éticos. Donde queda clara la posición del dios del antiguo pacto es en el libro de Amós (1,13). Sin embargo, un lector atento debe pensar que la injuria de Dios recae no sobre el acto de abortar, sino por asesinar a las mujeres embarazadas de Galaad.
La única referencia del texto bíblico cristianizado que podría condenar moralmente el aborto está contenida en el decálogo mosaico. Sin embargo, el llamativo pasaje del Éxodo 20,13, “no matarás”, contiene algunas peculiaridades importantes a la hora de hacer exégesis.
Las dos redacciones del decálogo son anteriores al siglo VII a. C. y pertenecen a la tradición deuteronómica. El término hebreo usado significa “no cometerás homicidio”. El verbo usado no se refiere al homicidio en tiempo de guerra, al suicidio o a la pena de muerte. En realidad, lo que se prohíbe en el decálogo, a propósito de matar, es el homicidio ilegal, o sea, el tomarse la justicia por las manos, con el fin de salvaguardar la vida de los inocentes.
Costumbre humana. De ello se colige que el aborto (en cualquiera de sus formas) no puede ser justificado con el decálogo mosaico, ni con el texto bíblico. Que tradicionalmente haya una condena a la práctica del aborto se refiere más a una costumbre humana que a un mandato de Dios.
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Es necesaria una actitud de cautela en la utilización de los textos bíblicos para responder a los problemas de nuestros días. No se puede justificar hoy la guerra basándose en las múltiples narraciones bélicas contenidas en la Biblia, así como no se puede condenar el aborto basándose únicamente en el quinto precepto del decálogo.
En última instancia, nos encontramos en una sociedad moderna que apela por el iuspositivismo, donde Dios no debe ser garante de la moralidad humana. Si queremos pregonar el “amor a la vida”, debemos explorar todas las dimensiones del concepto y entender que la vida es el concatenado de acciones que cada uno como individuo emprende en el mundo.
El autor es estudiante de Teología.