Durante las últimas semanas hemos discutido sobre las tarifas eléctricas y cómo estas afectan al sector industrial, un generador clave de empleo en nuestro país. ¡Enhorabuena! Hemos abierto el sano análisis al respecto.
La discusión puesta sobre la mesa es justificada y provechosa. El objetivo de todas las partes involucradas debe ser el mismo: mejorar la competitividad del país y la generación de oportunidades para los costarricenses. Se trata de revisar con lupa y mucho pragmatismo las claras áreas de corrección que tenemos por delante en el sector energético nacional.
Desde el punto de vista de Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde), agencia costarricense responsable de la atracción de inversión extranjera a Costa Rica por más de 35 años, el alto costo de la energía eléctrica en nuestro país y el modelo imperante en el sector, afectan directamente la llegada y permanencia de compañías multinacionales, fuentes indudables de trabajos de calidad para los costarricenses dentro y fuera de la Gran Área Metropolitana.
Ampliemos el análisis. Hasta ahora la discusión se ha centrado en analizar la veracidad de las comparaciones de costos hechas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en los países de América Central.
Esta región es un mercado importante, pero mucho más lo son Estados Unidos, México y Colombia, fuentes directas del origen de nuestra inversión extranjera y también nuestros principales competidores por esa inversión.
En el año 2005, el costo promedio de la energía eléctrica en Costa Rica para consumidores industriales de media tensión fue de 6,2 centavos de dólar por kilovatio hora (kWh).
En ese año, nuestro costo era similar al de Estados Unidos y era la mitad del de México; sin embargo, en el 2016, nuestro costo por kWh llegó a ser tres veces más alto que el de Estados Unidos y el doble de México.
No puede atribuirse este aumento a las energías renovables. En el 2005, el costo promedio para la industria en Costa Rica era una tercera parte del actual y en esa época nuestra matriz eléctrica generaba en un 97 % con energías renovables. Es técnicamente impensable que un aumento de tan solo tres puntos porcentuales sea el causante del aumento del 300 % en el costo de la producción.
Entonces, ¿cómo se explica este crecimiento explosivo de los costos de la electricidad? Varias razones saltan a la vista y deben ser discutidas con seriedad y prontitud.
Estimación errónea de la demanda por electricidad. Una auditoría de la Contraloría General de la República (CGR) indicó que las estimaciones de los últimos ocho años resultaron muy por encima de la demanda real de energía eléctrica. En el periodo 2009-2015 la diferencia fue de 13,84 % en promedio por año. Este error llevó a construir nuevas plantas sin que fuesen aparentemente necesarias y esas obras, además, fueron significativamente más caras que los estándares internacionales.
Balsa Inferior tiene costos de instalación de $9.730 kW, la modernización de Río Macho de $5.962 kW y Reventazón, que en el 2015 empezó con un costo de $2.786 kW, terminó en el año pasado con un costo cercano a $5.000 kW. Todos estos proyectos tienen un costo de instalación muy por encima del promedio internacional de $2.000 kW.
Costos de producción más altos. El mismo reporte muestra que varios proyectos construidos durante ese período tienen costos nivelados de generación de energía superiores al costo al cual el ICE compra la energía a generadores privados (7,44 centavos de dólar por kWh). Algunos ejemplos notables son: Balsa Inferior (35,9 centavos de dólar por kWh), Valle Central (18,4 centavos de dólar por kWh) y Los Santos (16,3 centavos de dólar por kWh).
En términos sencillos, es necesario destinar 4,8 veces más dinero para consumir un kilovatio producido del proyecto Balsa que uno generado por un productor privado. Ambos de fuentes renovables.
Depreciación acelerada de las nuevas plantas en un menor plazo que la vida útil del proyecto. En el 2016, más del 56 % del valor de la facturación a consumidores de media tensión correspondía a costos por potencia (pago de la infraestructura de generación y distribución). Continuando con las comparaciones, este porcentaje es tres veces más alto que lo que ocurre con la facturación al sector industrial en Chile (Cornick y Lara, 2017).
De acuerdo con un estudio del Banco Mundial (2015), esta práctica de depreciación acelerada incrementó en 17 % los costos de generación del ICE ese año.
Falta de oferta. El ICE es el único ente que decide cuándo llamar a licitación para que privados puedan participar en la generación eléctrica del país. También es el único comprador de la energía generada por estos privados. Es un monopsonio que no permite contratos bilaterales de provisión de energía entre privados, en donde el riesgo lo pueda asumir libremente un inversionista privado y no el usuario final (los costarricenses) como ocurre hoy.
Diversificación de fuentes. La tecnología ha avanzado a pasos agigantados para hacer mucho más costo efectivas las nuevas plantas solares y eólicas. Sin embargo, y de acuerdo con datos del ICE, en el 2016 tan solo el 10,65 % de la producción bruta de electricidad provino de fuentes eólicas, solares (0,01 %) y geotermia (12,42 %), mientras que el 74,44 % provino de plantas hidroeléctricas.
En el 2017, en una licitación en Chile, las empresas locales y extranjeras ofrecieron precios de generación solar y eólica que partieron en los 2,15 centavos de dólar por kWh y que finalmente se adjudicó a un precio promedio de 3,25 centavos de dólar por kWh. Estos costos de generación en Chile están muy por debajo de los de las nuevas plantas hidroeléctricas puestas en operación durante los últimos ocho años.
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Introducir la posibilidad de, por ejemplo, contratos bilaterales de provisión de energía renovable no convencional entre privados no solo lograría reducir el costo de la energía para la industria, sino que ayudaría a mejorar los niveles de empleo en zonas rurales del país, donde la exposición solar y los excelentes vientos son sus características endémicas.
El Grupo ICE es una institución de la cual todos los costarricenses nos sentimos orgullosos. De eso no hay duda. Sin embargo, tampoco hay vacilación alguna en que debemos generar con prontitud soluciones claras para atender los costos poco competitivos de la electricidad para la producción. Es necesario entender que la generación de empleo y la energía son elementos que van tomados de la mano.
Jorge Sequeira Picado es director general de Cinde y Sandro Zolezzi, director de Investigación de Cinde.