Este es el título de un poemario de mi autoría, en el cual, desde mi perspectiva de limonense, intento retratar algunos aspectos de mi provincia. En él, hay una amalgama de situaciones, de personas, de momentos; algunos magníficos, otros no tanto, más bien oscuros, pero todos tratados desde el profundo amor. Con esta reflexión quiero señalar que creo en la crítica sana. Pero no acepto la injusticia.
Me ha causado una gran tristeza el artículo del periódico La Nación de hace algunos días, en el cual se denigra a esa ingente cantidad de jóvenes limonenses que luchan día a día por cambiar su circunstancia, por ofrecer su mayor y mejor esfuerzo destinado a construir una comunidad nueva, y que intenta superar, y lo están logrando mediante el estudio y su esfuerzo, los problemas que afectan no solo a la región, sino al país como un todo.
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Para muestra, algunos botones: el Colegio Deportivo de Limón gradúa el 100 % de sus estudiantes de bachillerato, pese a recibir clases en la gradería de un estadio; los estudiantes de Bribri, cuyo colegio se cae a pedazos, aun cuando hay una orden para la construcción de un nuevo edificio, se desplazan en bote hasta por dos horas para asistir a lecciones; los del Colegio Científico de Limón han obtenido medallas de oro, de plata y de bronce en concursos científicos.
El artículo en cuestión, cuyo titular no deseo repetir por lo irrespetuoso que resulta, coloca a toda la población juvenil de Limón en un plano lamentable, como si no se estuviese refiriendo solamente a un grupúsculo, según las estadísticas con muchos menos integrantes que los que se encuentran en otras comunidades, en especial en la Meseta Central, pero que no son aludidos en los mismos términos con los que se refiere a la juventud limonense, tomando la parte por el todo, como si no hubiese una importantísima parte de la población dedicada a formarse, algunos viajando hasta cuatro horas al día para llegar a sus centros de estudio, otros en la misma provincia asistiendo a diversas universidades, a colegios universitarios, a centros del INA, a escuelas y colegios, ganadores de importantes becas, sensibles a la magia de la música, integrados al rescate de sus tradiciones, destacándose, a pesar del casi nulo apoyo oficial, en los deportes.
Triste pintura. Limón no es lo retratado en el artículo, triste pintura ofensiva para la población juvenil empeñada en crecer a partir del esfuerzo y del estudio. El 95,1 % de la juventud limonense se prepara en las aulas; y a pesar de que en muchas comunidades las situaciones son precarias, las edificaciones educativas están en situación lamentable, la condición económica pareciera sin salida por la ausencia de fuentes de trabajo, esta juventud se alinea en las más nobles causas y en las pocas oportunidades de trabajo honrado.
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Ojalá se haga conciencia del daño y la desmotivación que un artículo como el que nos ocupa puede hacer a nuestra juventud. Ojalá esa actitud tan sostenida en el tiempo, de que lo único importante y valioso que tiene Costa Rica es lo que está en la Meseta Central, cambie. Ojalá no se defienda lo indefendible, antes bien, se repare el daño con información veraz.
Para eso, es necesario y urgente que un medio forjador de opinión como La Nación colabore en construir una visión atinente a la realidad.
La autora es actriz y escritora.