Hace unos pocos años, ecologistas y algunos políticos que dicen serlo, iniciaron una campaña, digna de mejor causa, contra la explotación a cielo abierto del oro de Crucitas por la empresa canadiense Industrias Infinito.
La compañía obtuvo los permisos y garantizó que la explotación se haría reduciendo al mínimo las consecuencias ecológicas y, por supuesto, no utilizaría materiales altamente contaminantes como el mercurio. Además, el Estado costarricense recibiría un ingreso considerable y las poblaciones circundantes obtendrían un beneficio directo en fuentes de trabajo y desarrollo de obras de infraestructura.
La lucha de los ecologistas logró que se anularan las concesiones y que Industrias Infinito se retirara del país.
Se perdió la posibilidad de una explotación racional de recursos naturales de una empresa que para operar se sometería a los lineamientos establecidos por el gobierno y daría ingresos para el Estado, amén de los proyectos de mitigación que estarían obligados a cumplir.
Todavía hay pendiente un reclamo por daños y perjuicios contra Costa Rica, que puede representar sumas considerables de dinero.
La actualidad. Crucitas está invadida por coligalleros, quienes, sin ninguna supervisión de las autoridades y sin ningún beneficio para el país ni los pobladores de la zona, sacan el oro en la forma en que mejor puedan.
Lo más grave es que utilizan mercurio, que es altamente contaminante, y los daños que pueden ocasionar en la zona son incalificables porque lo hacen sin ninguna supervisión, al margen de la ley.
La situación de anarquismo ha causado ya actos de violencia con saldos incluso de muertos.
Ante esta situación, ¿dónde están los ecologistas y sus aliados políticos?
No he visto en ningún medio de comunicación ni siquiera una voz de protesta por lo que ocurre en defensa de la naturaleza, que con tanto ahínco y fervor decían proteger hace unos años.
Xenofobia. Las manifestaciones en las calles y ante los tribunales brillan por su ausencia. ¿No era mejor que se explotara la riqueza natural con tecnología y sin contaminación en lugar de lo que está ocurriendo? ¿Habrá habido algo de xenofobia en la posición de los ecologistas y sus socios políticos?
Creo firmemente en la defensa de la naturaleza, siempre que se haga dentro de parámetros racionales y sin fanatismos. Invito a los verdaderos ecologistas a que hagan algo contra la contaminación y en defensa del recurso natural que se están robando.
El autor es abogado.