Recientes declaraciones del ministro de Seguridad y de la jerarca de Educación constituyen verdaderos disparates que provocan inquietud y dudas sobre la idoneidad de ambos para atender la trascendental materia inherente a sus altos cargos.
La dimensión de los problemas de seguridad y educación requiere que los funcionarios encargados de la solución tengan claridad sobre las causas y conozcan la realidad de sus respectivas áreas.
Además, es fundamental que posean los conocimientos que los legitimen para proponer y ejecutar las políticas públicas adecuadas con vistas a superar la problemática en ambos campos, es decir, el aumento de la criminalidad, por un lado, y el denominado “apagón educativo”, por el otro.
Expresar que la actitud “domesticada” de la sociedad costarricense facilita el narcomenudeo porque el ciudadano no se enfrenta directamente con el narcotraficante en los barrios es una opinión absurda y ofensiva.
Es irracional que el máximo responsable de garantizar la seguridad de los ciudadanos pretenda que sean estos quienes le hagan la tarea, que sea la señora de Purral o su marido quien vaya a tocar a la puerta del vecino narcotraficante y le diga “aquí, en este barrio, no se vende”, con el propósito de que el delincuente voluntaria y prestamente abandone la vecindad.
Es irresponsable asegurar, como el ministro, que si los ciudadanos acatan su sugerencia no les sucederá nada, que no se arriesgan a que los maten porque “no va a pasar eso nunca”, y se pone de ejemplo porque en un operativo policial dirigido por él en Cieneguita no le sucedió nada, como si ambas situaciones tuvieran comparación.
Que así piense y ese sea el enfoque del encargado de luchar contra la delincuencia y de garantizar la seguridad de todos es realmente preocupante y desalentador.
Igual de inquietantes son las declaraciones de la ministra de Educación con respecto al bullying, problema que sufren gran cantidad de escolares y colegiales y que debe ser tratado apropiada y oportunamente para prevenirlo en los centros estudiantiles.
Una de las consecuencias del bullying es que las víctimas, por lo general, muestran bajo rendimiento y pierden interés en los estudios, aspectos que deben ser atendidos adecuadamente para evitar la deserción, cuyo efecto en los jóvenes es devastador, pues les limita las posibilidades en el futuro.
Expertos de la Universidad Nacional señalan que uno de los efectos emocionales del acoso escolar es un déficit en la valoración positiva que la persona tenga de sí misma y que es menos probable que alguien que lo sufra tenga la autoestima suficientemente alta para ser inmune, contrariamente a la opinión de la titular de la cartera de Educación, a la cual le piden la renuncia (La Nación, 22/3/2023)
También consideran que la ministra simplifica un problema de gran complejidad, y deja de lado múltiples causas que intervienen en este fenómeno.
La seguridad y la educación son fundamentales para la convivencia social, para el desarrollo del país y el bienestar de sus habitantes. Las instituciones rectoras merecen ser lideradas por personas con claridad de ideas, principalmente, en tiempos en los que ambos campos están sumergidos en profundas crisis.
El autor es exembajador.