Gabriela Arguedas Ramírez, en su artículo “ Aborto en casos de embarazo por violación ” ( La Nación, 2/3/2017), sugiere un debate sobre el tema del aborto y explica su posición proabortista siguiendo los lineamientos y mantras de ese movimiento. Concuerdo en que podamos discutir, pero antes debemos liberarnos de ciertas suposiciones y aclarar conceptos y términos.
Movimientos. Los actores en la discusión deben provenir de varios sectores, incluidos profesionales en salud, abogados, científicos, biólogos, etc. Estas personas pueden apoyar a uno de los dos movimientos. El movimiento proabortista pretende ayudar a la mujer embarazada para hacer valer dos derechos, a la salud y a la vida privada, por medio del aborto, proceso en el cual se da muerte al ser humano en el útero.
Esto se logra al establecer que el valor del ser humano en el útero es menor que el de una persona humana adulta, por tanto, su vida es despreciable.
El movimiento provida, en cambio, busca ayudar no solo a las mujeres embarazadas, sino a todos los seres humanos a hacer valer todos sus derechos, con énfasis en el de la vida digna, desde la fecundación y hasta la muerte.
Como puede verse, también quiere ayudarse a la mujer embarazada, pero con métodos diferentes de apoyo que no incluyen la muerte de ningún ser humano.
Las leyes. Arguedas hace referencia al Código Penal y sugiere que la existencia de una tipificación del aborto por separado a la tipificación del homicidio implica que la ley da menos valor a la vida en el útero.
Hay que recordar que las leyes buscan el bien general de la sociedad y, en particular, las tipificaciones de delitos se hacen para hacer conciencia de conductas que no se consideran buenas para la sociedad y para las cuales se dan sanciones.
La tipificación no se basa solo en el valor de las cosas. Primero que nada, la vida humana es inconmensurable. La diferencia en tipificación tiene muchos factores: incidencia del delito, penas diferenciadas por atenuantes y como disuasión, persona que lo comete (menor, discapacitado), etc. Por ejemplo, la tipificación del feminicidio no es porque las mujeres tienen un valor de vida humana diferente.
Moralidad. Las leyes están impregnadas de moralidad. Se basan en el objetivo de alcanzar el bien de la sociedad, y para eso se necesita saber qué está bien y qué está mal (moral).
Para ser objetivos en este campo, y no basarse en creencias, se busca medir el daño y el beneficio que un acto conlleva de una manera científica y objetiva.
Muchas de las sugerencias de los altos organismos internacionales, que por cierto no son vinculantes porque somos soberanos, están plagadas de moralidad que desprecia el valor del ser humano en el útero y que no están basadas en datos científicos aceptados globalmente sino en agendas de ciertos miembros.
En el campo científico, hay mucho debate. Por ejemplo, no hay estudios científicos concluyentes que digan que un embarazo por violación cause un trauma diferente o superior. Mucho menos hay estudios que digan que el aborto lo cura o elimina.
De hecho, sí hay estudios donde se concluye que el aborto no influye positivamente en la reducción del trauma en casos de inviabilidad fetal, por poner un ejemplo. Los dos únicos estudios sobre embarazos en violación más bien arrojan que hay arrepentimiento en el 80% de las mujeres que abortaron, y que el embarazo más bien ayuda a la recuperación.
Prejuicio religioso. Por último, Arguedas intuye que la valoración de la vida dada en la ley corresponde a una obediencia dogmática, a una tradición religiosa, cosa que es típica del proabortista: desautorización por relación dogmática.
La verdad es que la desvalorización del ser humano y la cuantificación de su vida no son necesariamente religiosos, también tiene su base en razones político-sociales, biológicas, éticas, económicas, etc.
Hay consenso en que una desvaloración de la vida humana conlleva degradación social. Recordemos las épocas de esclavitud o la actual reducción de personas con síndrome de Down por exterminio en el útero en algunos países.
El punto no es qué entendemos por bien o mal, el punto es qué hace más daño o más bien. En ese campo, discutamos con estudios científicos y datos reales.
El autor es arquitecto de software.