Las actividades recientes del Museo de Arte Costarricense (MAC) además de poco interés, han suscitado las discrepancias de rigor en las redes sociales. Destaparte es una exhibición de 52 botellas de Coca Cola, cada una de dos metros, pintadas por unos 50 artistas para celebrar los 125 años de la multinacional.
Por otro lado, Yogarte es un evento mensual gratuito al que asisten unas 150 personas para practicar yoga en la angosta nave central del museo y una meditación con candelas e incienso en el Salón Dorado. A esto debemos agregar otra cantidad de eventos sociales que se realizan en las instalaciones del MAC, incluyendo celebraciones de 15 años.
Los que practicamos yoga sabemos que exhalamos y sudamos sobre el “mat”, el que está lejos de ser un implemento aséptico. Además, las candelas y el incienso liberan calor y hollín. Imagínense lo que esto supone en el espacio reducido con poca ventilación que caracteriza al pequeño edificio patrimonial que alberga al MAC y a sus obras.
Agreguen a esto, 52 voluminosas botellas más altas que Michael Jordan ocupando los estrechos salones que apenas tienen lugar para exponer 150 obras de una colección de más de 6.000 objetos de arte. ¿Por qué la Coca Cola no celebra su cumpleaños en espacios abiertos o centros comerciales? Y ¿por qué lo permiten y alientan las autoridades del MAC? Este espacio no fue pensado para servir de cascarón para eventos sociales, corporativos, reuniones inconexas o fiestas. Para eso existen otros lugares como hoteles o clubes.
No se trata de discutir sobre lo que es arte o no. Estas son controversias triviales. Intervenir objetos grandes prediseñados no es nuevo y el yoga es una práctica milenaria difundida que provee de grandes beneficios para la salud. Realizar eventos artísticos interdisciplinarios en espacios públicos es una práctica habitual en el mundo, por lo que este no es el problema.
Por ejemplo, el Cow Parade, que exhibe vacas de plástico pintadas en diferentes áreas de una ciudad, fue formulado en Suiza en 1988. Posteriormente, el concepto fue adoptado por un empresario que lo instaló en Chicago en 1999. Como todos recordarán, esta propuesta se presentó en San José en el 2008. Igualmente, los osos de plástico pintados, conocidos como los United Buddy Bears, es una iniciativa de la Unicef hecha en Berlín en el 2002, para promover la paz y la tolerancia. Ambos proyectos se realizan todavía, pero lo hacen en plazas, parques y avenidas, adaptándose a las particularidades de cada ciudad y a las ideas de los artistas locales.
Otros espacios. Por lo tanto, no se trata de satanizar el “destape” de una Coca Cola, o de que los artistas pinten íconos de marca. Mucho menos dudar de los beneficios del yoga o de la ilusión de unos 15 años. Para realizar estos eventos hay otros espacios. De lo que se trata es de establecer una reflexión lúcida sobre la institucionalidad del MAC y de su misión como una instancia al servicio de la sociedad, abierta al público y realizando su cometido de adquirir, conservar, estudiar, exponer, problematizar y difundir el capital artístico de nuestro país a partir de su colección y de otros acervos. Para eso fue creado el MAC por ley de la República.
Dirigir el MAC, significa establecer prioridades para el cumplimiento de su misión para el bien común, dentro de las condiciones de un pequeño edificio patrimonial recién remozado con el aporte de los ciudadanos. Como representantes de este bien, son la dirección y la junta administrativa los responsables de definir las propuestas de la institución.
Los museos son espacios públicos en donde podemos ejercer la ciudanía a través de las representaciones de nuestra cultura e identidades a partir de la visión de artistas y curadores. Ahora bien, si los preceptos de los dirigentes del museo fueran coherentes con la misión, no habría problema: la libertad de gestión es un requisito vital para liderar un museo. Pero ante el protagonismo de los destap-artes, yog-artes, fiest-artes y demás desorden-artes, pareciera que las cosas se confunden y las prioridades no están claras.