Leí el resumen del informe de la mesa de diálogo creada para buscar solventar las carencias financieras del esquema de pensiones del Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
El informe recomienda inyectar al IVM “¢60.000 millones del Fondo de Desarrollo Social y Asignaciones Familiares (Fodesaf)”, de los ¢85.000 millones que, a precios de hoy, se necesitan. Veo un serio peligro de que, al vestir un santo con ese ropaje, se desvista a otro; un peligro muy delicado.
Entiendo, aunque podría equivocarme, y si es ese el caso agradecería ser ilustrado, que el Fodesaf se dedica, entre otras actividades de impacto social, a crear oportunidades de desarrollo personal por la esencial vía educativa, como debe ser, para muchachos de muy escasos recursos, que de otra forma tendrían serias dificultades para progresar, para “salir adelante”, para encaminarse por la buena senda o “surgir”, como decimos los costarricenses.
Me preocupa, y ocupa en este artículo, que si se reducen los recursos del Fodesaf, destinados a lo mencionado en el párrafo anterior, se genere una situación similar a la de algunos países de Centroamérica que históricamente no destinaron recursos financieros para crear las mencionadas oportunidades.
Se dejó a cantidades importantes de muchachos indefensos ante estructuras que todos conocemos “de oídas” al menos: las llamadas maras, que los reclutan y los desnaturalizan en su desarrollo como personas decentes, contribuyentes al bien social, como parte de su propio desarrollo.
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Gran diferencia. Han sido los programas financiados por Fodesaf lo que ha hecho la gran diferencia, entre una juventud descarriada y una abocada como personas y colectividad, a proyectarse hacia el futuro, como se mencionó al final del párrafo anterior, ejercitando su derecho a desarrollarse como seres humanos. Ergo, la recomendación que hago es que no se tomen recursos del Fodesaf para “tapar el hoyo” en el sistema de pensiones del IVM.
Lo que me parece razonable y necesario, por múltiples razones, es gestionar las diferentes instancias del aparato estatal en sus diferentes dimensiones con eficiencia, en la asignación y la gestión de los recursos, y eficacia en el logro de metas para cumplir con propósitos propios, para que sea efectivo, cosa que hoy no lo es.
Un gran reto: hacer de nuestro aparato estatal uno eficiente y eficaz, lo que exige una gestión pública moderna, tanto micro como macro, por la vía, por ejemplo, y entre otras, de que el funcionario debe conocer antes de ejercer el cargo, de la correcta implementación práctica de la llamada Ley General de la Administración Pública, que define claramente, entre otros muchos rubros, las potestades y responsabilidad política y legal que asumen quienes ejercen cargos públicos, así como a lo que se exponen si fallan.
O sea, grosso modo, lo que se propone es lograr por medio de una gestión moderna, para lo que se requieren jerarcas y funcionarios técnicamente capacitados para ello, es un aparato estatal más eficiente, que impacte positivamente las finanzas públicas al reducir su costo operativo, de tal manera que se liberen fondos para financiar el hoyo de las pensiones.
Esto implica, por supuesto, un esfuerzo de todos los sectores para coadyuvar a la transparencia, decencia y efectividad del aparato estatal.
Según entiendo, el Fodesaf y los programas que financia, por más eficaces que puedan ser, no son los más eficientes; en otra palabras, se logran objetivos y metas al menos parcialmente, pero a un gran costo, lo que constituye un contrasentido, pues recursos destinados a los sectores más desposeídos de la sociedad costarricense quedan a nivel medio o se van en compras innecesarias o mal planificadas de bienes y servicios.
En la línea de pensamiento que he seguido, el tomar recursos del Fodesaf como lo propuso la mesa de diálogo para financiar el régimen de pensiones es un contrasentido y un posible error de imprevisibles consecuencias.
El autor es exviceministro de Planificación.