El 30 de julio el Banco Central dio a conocer la revisión de su programa macroeconómico para lo que resta del 2015 y todo el 2016. La meta de inflación se mantendrá entre un 3% y un 5%.
Esto revela que todavía ve difícil eliminar el diferencial de inflación interna respecto de la de sus socios comerciales e impedir la apreciación del tipo de cambio real.
Esta situación perjudica las exportaciones y es uno de los factores que contribuyen a que nuestro país sea el más caro de Centroamérica, uno de los motivo para que algunas industrias trasladen sus operaciones a otros países.
No conviene devaluar. Dada la inquietud de exportadores y del sector turismo para que el tipo de cambio nominal sea ajustado al alza a fin de restablecer la pérdida de competitividad, el Banco Central manifiesta, con razón, que la devaluación del colón producirá una escalada mayor de precios. Esto iría, además, en contra de sus obligaciones de mantener un nivel bajo y estable de inflación y perjudica la economía.
Entre otros efectos, el ciclo devaluación-inflación actúa como un impuesto a los saldos reales de dinero y, como tal, constituye una pérdida de capital que afecta la riqueza de empresas y familias. Además, el beneficio de la devaluación para los exportadores se vería más que compensado por el aumento de precio de los bienes y servicios importados, puesto que el monto de importaciones supera el de las exportaciones.
Bajar meta de inflación. Una forma de afrontar el problema sin tocar el tipo de cambio nominal es que el Central reduzca el rango meta en procura de aminorar el diferencial histórico de inflación interna y externa.
Esto supondría un golpe psicológico a las expectativas y un cambio en la opinión de que la economía costarricense está predestinada a tener una “inflación estructural” por encima de la de sus socios comerciales.
Para quebrar esta creencia, en una primera instancia, el rango meta de inflación podría ubicarse, digamos entre un 2,5% y un 4,5%, lo cual supondría una campaña más acometedora del Central para anclar las expectativas del público a esa nueva meta.
El chance que se juega es que la gestión de política monetaria no sea creíble y que la inflación supere ese rango al final del período de cumplimiento. Dicho riesgo lo correrá con cualquier meta y, asimismo, es conocido que las expectativas inflacionarias siempre han sobrestimado la inflación efectiva (IPC) entre un 1% y un 2%.
El siguiente paso sería anclar las expectativas en el rango 2%-4%, así se envía el mensaje de un mayor compromiso con la estabilidad de precios y prácticamente se hace converger la inflación de Costa Rica con la de sus socios comerciales –deseo del Banco desde el 2004–.
En efecto, se espera que la inflación en los países socios comerciales se sitúe a mediano plazo entre un 2% y un 2,5%, debido a las previsiones de bajos precios del petróleo y otras materias primas; al crecimiento moderado en Estados Unidos y el resto de países latinoamericanos; una leve recuperación en la zona del euro y Japón; y la desaceleración en China.
Minimizar la apreciación del colón. Si el Banco Central consigue hacer valer estos rangos de inflación, minimizará la apreciación del tipo de cambio real. Así satisfaría a exportadores y a la sociedad en general, que finalmente se desprenderá del “impuesto inflacionario estructural”.
Una menor inflación favorecerá el cálculo económico de los agentes, mejorará la distribución del ingreso y contribuirá a desdolarizar la economía, especialmente el crédito en moneda extranjera, que se mantiene acelerado. A su vez, la tasa de política monetaria se robustecerá al tener mayor incidencia sobre las tasas de interés de mercado.
Por el contrario, asumir los costos de desinflación supone, en algún momento, un aumento de la tasa de política monetaria, principal instrumento de política que utiliza el Banco.
De todos modos, hay que tener en cuenta que a final de año dará inicio una elevación gradual de las tasas de interés en la zona del dólar, en respuesta a un movimiento liderado por la Reserva Federal de Estados Unidos. El movimiento incidiría en las tasas nacionales en un esfuerzo por evitar la salida de capitales.
Respecto al PIB, en una primera ronda su tasa de crecimiento podría verse afectada, dependiendo de la magnitud de las alzas en las tasas de interés, pero se recuperaría cuando se consolide la inflación a un menor nivel y se estabilicen las tasas de interés.
Carlos Blanco Odio es economista.