Hace pocos días un periodista comentó algo que para la mayor parte de la gente ha de haber pasado inadvertido. Es un tema que además la mayoría de la gente no se cuestiona, por falta de tiempo. Quizás la vida moderna abruma y especializa demasiado.
El comunicador dijo que tener siete provincias está obsoleto y debe ser revisado. Basado en mi experiencia como viceministro de Planificación Nacional y Política Económica, así como en lo que he visto posteriormente, tengo la certeza intelectual de que el comentario fue acertado. Veamos.
Hemos avanzado bastante en nuestro desarrollo, es decir, en la posibilidad de aprovechar mejor los recursos con que se cuenta para tener un ambiente que sosteniblemente facilite el progreso de todos los habitantes y su mayor potencial como seres humanos. Tenemos infraestructura institucional y física, recursos materiales y humanos y conocimiento acumulado.
Aún hay mucho que mejorar en todos estos órdenes. “La lucha sin fin”, diría don Pepe… Innegablemente, hemos progresado en casi todo.
Las condiciones son hoy distintas y ello exige una disposición para que la sociedad dé golpes de timón y nadie se sienta perjudicado, sino que asuma los nuevos retos con alegría y eficiencia. No podemos ser ineficientes.
Lógica desfasada. Las siete provincias de Costa Rica siguen una lógica que responde al desarrollo de las vías de comunicación y de los asentamientos poblacionales de hace décadas, casi que poco más de un siglo.
Tomemos Puntarenas. ¿Qué tiene que ver hoy Puerto Golfito, Ciudad Neily o San Vito con la ciudad puerto de Puntarenas? Prácticamente nada, excepto que son parte del Estado de Costa Rica. Antes, cuando no había carretera, aviación o telecomunicaciones modernas, para viajar a Golfito había que tomar el barco en la ciudad de Puntarenas.
Ejemplos como este demuestran lo poco prácticas –desde la perspectiva del desarrollo– que son las provincias hoy.
Otras son demasiado pequeñas para ser prácticas. El caso es que por una u otra razón, como las apuntadas, las provincias actuales solo sirven para elegir diputados, una cuestión con la cual no pretendo meterme, pues, para los efectos de este artículo, es harina de otro costal.
Es más práctica la propuesta de la antigua Ofiplán –Oficina de Planificación Nacional y Política Económica de la Presidencia de la República, la hoy Mideplán– que nunca debió ser, pero es una realidad y con ella “hay que “arrear”.
Ofiplán debería existir, tal como lo expresamos los integrantes de la Corec I en nuestro informe final, a fines de los ochenta. Desde 1976, el estamento de planificación nacional del país –llámese como se llame, ubíquese donde se ubique, erróneamente o no– propone que para efectos de planificación para el desarrollo fracciona el país en regiones, a la fecha seis: Chorotega, Huetar Norte, Huetar Atlántica, Brunca, Central y Pacífico Central.
También propone dividir estas regiones en 22 subregiones, que contienen las 81 municipalidades, sin que alguna quede en dos o más subregiones.
Posibilidades de desarrollo. La distribución en regiones tiene una lógica que las hace geográfica, social y productivamente homogéneas, con más posibilidad de desarrollarse consistentemente que cada una de las siete provincias.
Esta lógica se acentúa en la subregión, que debe de tener cada una al menos 100.000 habitantes, se decía en los setenta y ochenta; quizás ahora algo más.
Voy a llegar hasta aquí para no confundir en detalles, que los hay, como hay “zonas grises” que obligarían a tomar decisiones.
No se perjudican las municipalidades, todo lo contrario, se fortalecen, benefician y se reafirma su autonomía como parte del llamado “régimen municipal”; se les facilita la inserción en los procesos de planificación nacional, regional, subregional y sectorial, pues, al final de cuentas somos una nación, un Estado, una dimensión que tenemos que tener siempre presente.
Tampoco los que piensan en diputaciones tienen que preocuparse, pues un nuevo ordenamiento territorial no afecta sus aspiraciones; más bien les facilita ser más eficaces y más eficientes en una dimensión operativa, como es la subregión, si se quiere, o la región.
Hay que pensar en lo táctico, sin perder de vista lo estratégico. Creo que es lo que se quiso hacer al introducir el tema. Incentivarnos a reflexionar con positivismo e ilusión de cara a nuestro futuro y sus desafíos.
Carlos Echeverría Esquivel es embajador de Costa Rica en El Salvador.