La Universidad de Costa Rica (UCR) experimenta actualmente una de las crisis más graves de su historia, solo comparable con las divisiones que experimentó la institución durante la polarización política que culminó en la guerra civil de 1948 y con los conflictos derivados de la radicalización estudiantil de 1970 y el Tercer Congreso Universitario (1972-1973).
A diferencia de esas crisis, que fueron de tipo político e ideológico, la crisis actual tiene su origen en actos del rector Henning Jensen, los cuales han dividido profundamente a la comunidad universitaria: por un lado están quienes encuentran falta en esos actos (incluida la Contraloría Universitaria, según lo informó La Nación ), y por otro quienes no la encuentran o la minimizan.
Lejos de decrecer, la división tiende a profundizarse, como lo demuestran tres documentos publicados en la edición del Semanario Universidad del pasado 31 de agosto.
En el primero, cerca de 500 personas afirman que Jensen ha sido transparente, identifican a Jensen con la UCR y denuncian que se ha “orquestado una intensa campaña de desprestigio no solo para el señor rector y su familia, sino para la UCR en general”, todo con el fin de “debilitar a nuestra universidad”.
Firman este documento algunos académicos reconocidos, pero una proporción considerable de los firmantes parece corresponder a funcionarios administrativos, incluidos los vicerrectores y diversas autoridades universitarias.
Los directores de sedes regionales, en el segundo documento, respaldan a Jensen y denuncian que hay “persecución política” contra él, aunque sin explicar cómo se puede perseguir a quien está en el poder.
Demanda. Finalmente, en el tercer documento, el Sindicato de Empleados de la UCR (Sindeu) llama a no confundir a Jensen con la UCR, asegura estar dispuesto a interponer una demanda contra él ante el Ministerio Público por incumplir “las leyes nacionales”, recusa a la directora del Consejo Universi-tario por haber adelantado criterio y anuncia que ha recibido nuevos informes de posibles irregularidades en el nombramiento de personal que involucrarían a otras autoridades universitarias.
A todo lo anterior hay que sumar las manifestaciones ocurridas durante la propia semana de celebración de los 76 años de creación de la UCR, en las que docentes, estudiantes y administrativos se pronunciaron contra la corrupción y la impunidad.
Las palabras de una catedrática sintetizan muy bien lo que ahora parece sentir una parte significativa, si es que no predominante, de la comunidad universitaria: “Muy preocupada, muy enojada, muy desconcertada, muy desilusionada y con temor de decir algo”.
Al borde de una fractura sin precedente en las últimas décadas, es poco probable que la actual crisis de la UCR pueda ser resuelta y que, a la vez, el rector pueda permanecer en el cargo.
El autor es historiador.