Uno de los períodos de la historia política costarricense más estudiados es sin duda el que se extiende entre 1889 y 1914. Poco sorprende que así sea, pues fue en esos años que se constituyeron prácticas electorales estables y periódicas, con espacios institucionales cada vez más amplios para los grupos de oposición y en un contexto en el cual el sufragio se expandió decisivamente.
La inscripción electoral de prácticamente toda la población masculina adulta, con independencia de su etnia y condición de clase, y la elevada asistencia a las urnas coincidieron con la etapa decisiva de la construcción cultural de la nación costarricense, a la que le proporcionaron una estratégica base institucional.
Con sus diversos espacios de discusión oral e impresa, las campañas electorales periódicas contribuyeron a que los partidos políticos empezaran a canalizar inquietudes y reivindicaciones de los sectores populares urbanos y rurales. Se estableció así una estratégica conexión institucional entre las demandas de la sociedad civil y los partidos, que se tradujo en el incremento posterior de la inversión pública en educación y salud. Al mismo tiempo, el debate sobre la llamada “cuestión social” empezó a adquirir relevancia en la esfera pública.
Aunque no siempre es considerada como parte de la primera oleada de democratización, la experiencia de Costa Rica se ajusta a ese proceso, tal como fue planteado originalmente por Samuel P. Huntington en 1991.
En la década de 1900 no solo la proporción de varones costarricenses adultos inscritos para votar era superior a la de Inglaterra, sino que el porcentaje de aquellos que efectivamente sufragaban, calculado con base en la población total, era similar al de Estados Unidos.
Por si lo anterior fuera poco, ya para esa época los partidos habían empezado a desarrollar procedimientos para fiscalizarse mutuamente y controlar las prácticas fraudulentas, una tendencia que contribuyó, a su vez, a reforzar los derechos de la ciudadanía.
Con la aprobación del voto directo en 1913 (antes de ese año las elecciones eran de dos vueltas: en la primera los ciudadanos elegían electores de segundo grado y, en la segunda, estos últimos votaban por el presidente, los diputados y los regidores) y del sufragio secreto entre 1925 y 1927, esos controles institucionales fueron decisivamente ampliados y fortalecidos.
Uno de los investigadores que más ha contribuido al conocimiento de la política electoral de los años 1889-1914 es Orlando Salazar Mora. En 1973, en su tesis de licenciatura en Historia, analizó detalladamente el papel jugado por Máximo Fernández y el Partido Republicano en los comicios efectuados en el período referido; posteriormente, en 1980, en su tesis de doctorado, estudió el sistema político costarricense entre 1889 y 1919.
Más adelante, Salazar profundizó en la investigación de temas específicos, como la Comisión Permanente del Congreso y las reformas electorales efectuadas entre finales del siglo XIX y 1925; por último, sus esfuerzos culminaron en una importante obra de síntesis publicada en 1990: El apogeo de la república liberal en Costa Rica 1870-1914.
Entre las distintas fuentes utilizadas por Salazar para elaborar algunos de sus trabajos, destaca la correspondencia de los diplomáticos franceses asentados en Costa Rica. Dichos materiales, debido a su carácter periódico y sistemático y a la atención prestada a los detalles del acontecer cotidiano, ofrecen una perspectiva muy interesante para conocer diversos aspectos de la historia del país, incluidas las tendencias que caracterizaron la política electoral costarricense de las últimas décadas del siglo XIX e inicios del XX.
Son precisamente los informes que se refieren a esta temática los que, una vez traducidos al español y ordenados cronológicamente por Salazar, han sido publicados recientemente con el título de Correspondencia de los diplomáticos franceses en Costa Rica (1889-1917).
De esta manera, una documentación de excepcional valor y de extraordinaria utilidad está ahora al alcance de los investigadores y del público en general, gracias a los esfuerzos de Salazar y de la Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Como resultado de esta iniciativa, el repertorio de fuentes para continuar con la investigación histórica de esa etapa fundamental para la formación de la democracia en Costa Rica se ha ampliado y enriquecido significativamente.
El autor es historiador.