S potlight ( En primera plana ), considerada la mejor película del 2015, dirigida por Thomas McCarthy y escrita por McCarthy y Josh Singer, cuenta cómo la unidad de investigación del periódico Boston Globe, llamada Spotlight, desenmascaró la red de complicidades a través de la cual la Iglesia Católica ocultó, durante décadas, un sinnúmero de abusos sexuales contra menores de edad, perpetrados por sacerdotes de Boston.
La investigación referida reveló que aquellas conductas enfermas y su encubrimiento institucional no representaban casos aislados y accidentales, se trataba de pautas de comportamiento estructural que contaron con la protección y el financiamiento de las más altas autoridades, y se disfrazaron a través de complicadas y artificiales construcciones teóricas y burocráticas.
Al poco tiempo de realizada la investigación de Spotlight se hizo evidente, gracias a otras pesquisas judiciales y de los medios de comunicación, que lo ocurrido en los Estados Unidos formaba parte de un fenómeno global.
En los años iniciales cuando se divulgaron los hechos, tanto en EE. UU. como en Europa y América Latina, se llegó a sostener que todo obedecía a una pérfida conspiración de medios de comunicación, periodistas, masones, judíos y comunistas, pero la cantidad de casos y hechos probados fue tan aplastante que semejante estratagema se derrumbo como un castillo de naipes mal colocados.
Se estaba en presencia de una red internacional de prácticas institucionales que incluían no denunciar los casos de pederastia clerical ante las autoridades policiales y civiles, negociar con las víctimas, comprar el silencio de víctimas y testigos, y trasladar de comunidad a los victimarios.
Recuérdese, en este contexto, que Karol Wojtyla priorizó asuntos tales como la caída del comunismo, el relanzamiento de la economía de mercado, el acercamiento a las tradiciones democrático-liberales, el diálogo interreligioso, el fortalecimiento de la gestión institucional tradicional y la mejora de la imagen pública de la organización.
En las líneas de su pontificado no estaba ni el comportamiento sexual de sacerdotes y monjas entre ellos y con sus feligreses, ni la turbia gestión financiera del Vaticano.
Esta ausencia implicó que la depuración interna de la institución, cuya necesidad Wojtyla conocía, quedara pendiente, lo que supuso un crecimiento exponencial de tumores internos corrosivos y fulminantes que venían desarrollándose desde muchas décadas atrás, quizás siglos.
Estando Karol Wojtyla en agonía, el cardenal Joseph Ratzinger, pocos días antes de ser elegido papa, y agobiado por las monumentales incoherencias y la rampante falsedad, hizo directa referencia a lo que denominó la “podredumbre” dentro de la Iglesia Católica, con lo cual se refería, sin duda, a la pederastia clerical, a los manejos no confiables de la economía financiera vaticana y al poder excesivo de la curia romana.
El esfuerzo por liberar a esta institución de prácticas pervertidas y pervertidoras, unido a la crítica de lo que Joseph Ratzinger llamaba “la dictadura del relativismo”, se convirtió en el eje de su pontificado, todo lo cual le granjeó enemigos internos y externos que él llamó “lobos”, y otros identificaron con el término “cuervos”.
La depuración interna y la reforma de las finanzas vaticanas han sido retomadas por Jorge Mario Bergoglio, pero estos son asuntos que una vez tocados se han convertido en cajas de Pandora, de donde saltan traiciones, filtraciones, infidencias y confusiones.
Permítaseme tres puntualizaciones respecto al juego de prioridades y énfasis en los últimos tres pontificados:
Primera: la crítica al “capitalismo” ha sido en exceso general, y no incorpora análisis diferenciados en torno a los distintos tipos de capitalismo que han existido o existen.
A esta insuficiencia teórico-práctica se agrega la incoherencia revelada en la siguiente pregunta: ¿Cómo conciliar la crítica de los papas al “capitalismo” cuando las informaciones periodísticas y las investigaciones histórico-académicas revelan que la religión se beneficia, se mantiene y sobrevive gracias al capitalismo que tanto critica?
Segunda: la crítica al “relativismo contemporáneo”, priorizada por Ratzinger, es un derivado directo de la crítica al totalitarismo político-ideológico y socioeconómico realizada por Wojtyla; no obstante, el papa Bergoglio no parece priorizar de igual modo este tema, y por el contrario, ha hecho declaraciones de indudable tono relativista, como cuando afirma que cada cual tiene su idea del bien y del mal, y debe elegir seguir el bien y combatir el mal según sea su criterio individual.
Tercera: en los pontificados de Ratzinger y de Bergoglio las enemistades internas eran y son abundantes y poderosas.
En este sentido es relevante la opinión de José Manuel Vidal, referida al actual pontificado, cuando dice que “los grupos de poder en la curia funcionan como lobbies, como cuerdas que se sujetan unas a otras y hay un capo en cada una de esas cuerdas (…), si el papa empieza a cortarles privilegios, empieza a ir en un sentido que no quieren, ellos maniobran en la oscuridad y a la luz abiertamente”.
Es también importante la opinión de Giancarlo Zizola cuando en referencia a la situación del papado de Ratzinger, sostuvo la necesidad de “romper una articulación estructural entre la perversión sexual y la perversión política”, a lo que debe agregarse la perversión financiera. Ratzinger no logró ese cometido, y no es seguro que Bergoglio lo pueda hacer.
¿Qué deja la historia? Gracias a los medios de comunicación, a la investigación académica e histórica y a la existencia de sociedades democráticas y pluralistas, es notorio que en la Iglesia Católica –y en todas las religiones, cristianas o no– la vida sexual es abundante, lo que incluye formas que violan los derechos humanos, y que los feudos de poder internos de carácter ideológico-político-económico-financiero orientan las actividades institucionales en un grado mayúsculo.
Nada de esto sorprende, lo mismo ocurre en la práctica totalidad de los engranajes humanos; el problema sobreviene cuando se dice ser otra cosa, se práctica lo contrario de lo que se teoriza, se disimula y se protege de modo sistemático la mentira, y todo esto presentándose como si se fuese representante de lo perfecto y divino en la tierra.
Estas realidades trascienden los casos individuales. En el fondo se trata de un sistema organizacional y de sus correspondientes coberturas ideológicas y de intereses económicos y políticos, respecto a lo cual conviene preguntar: ¿Qué sentido tiene ocultar lo que se es?
Respecto a estos temas –y muchos más– es bueno que desaparezca la época de los ojos vendados y las complicidades.
Es necesario que las personas interesadas en los asuntos aquí referidos, sean religiosas o no, creyentes o no, se esfuercen por informarse y estudiar.
La ignorancia es el mejor negocio de la injusticia y la más rápida vía a la postración y la decadencia.
“La ignorancia incendia el mundo, el conocimiento lo salva” (Voltaire). “Sin la justicia, ¿qué serían en realidad los reinos sino bandas de ladrones? ¿Y qué son las bandas de ladrones sino pequeños reinos? (Agustín de Hipona).
Termino con una utopía, de esas que deben decirse a tiempo y a destiempo, la he derivado leyendo a Kahlil Gibran: abandónese la grandeza que no se inclina ante los débiles, olvida la justicia y oprime la libertad.
El autor es escritor.