Vivimos en un país donde la lluvia generosa riega una tierra fértil y cálida. Un paraíso terrenal que nos regala sustento y cobijo, y, sin embargo, estamos destruyendo nuestro hogar, el único que tenemos.
Los humanos somos una especie muy compleja, capaces de amar y a la vez despreciar su medio de vida sin ser conscientes. Somos capaces de levantarnos contra la pesca de arrastre del camarón y a la vez contaminar los ríos con residuos tóxicos o comprar productos innecesarios que viajan miles de kilómetros con un solo clic.
Nuevas leyes prohíben los plásticos de un solo uso, pero es la conciencia a través de la educación socioambiental y las pequeñas acciones las que van a conseguir el gran reto de ser sostenibles y «ecoherentes».
El estilo de vida desnaturalizado nos ha desconectado de la naturaleza, generando el llamado por el escritor Richard Louv trastorno por déficit de naturaleza (TDN), con fatales consecuencias para el desarrollo físico, cognitivo y sensorial de las personas, y muy especialmente de la primera infancia.
Las nuevas generaciones están creciendo con carencias de afectividad ambiental, lo que da lugar a la insensibilidad o rechazo a la naturaleza (biofobia), por tanto, cada vez es más vital crear una conciencia ambiental en los niños para que conozcan, sientan y amen la naturaleza (bioempatía), puesto que ellos serán los verdaderos guardianes del planeta en los tiempos de crisis climática que se avecinan en las próximas décadas.
Todos sabemos que los niños y las niñas pasan mucho tiempo pegados a las pantallas digitales, apenas saltan y trepan a los árboles, cruzan los charcos y ruedan por las colinas, perdiéndose los aprendizajes primarios imprescindibles para su óptimo desarrollo, como el juego libre, que les ayuda a comprender el mundo y a desenvolverse en él mediante los sentidos y las vivencias de sus propios miedos y límites.
Somos capaces de identificar que algo no va bien y que es nuestra responsabilidad dar la importancia que tiene el cuidado del medioambiente, de la biodiversidad, de la vida en sí.
Estamos a tiempo de reaccionar como sociedad, desaprender nuestra manera de relacionarnos con el planeta y dar buen uso a nuestro poder como consumidores, con más criterio, con total respeto y mucho amor.
El autor es educador socioambiental.