Son dos, tres y hasta cuatro llamadas al día hechas a un mismo número de teléfono para ofrecer tarjetas de crédito, préstamos de altos intereses cargados a esa tarjeta, pólizas de seguros… Los emisores de dinero plástico practican técnicas de telemercadeo, que no solo invaden la privacidad y caen en el acoso telefónico, sino que violan una prohibición existente hace 10 años y medio.
La Ley General de Telecomunicaciones (n.° 8642, promulgada en el 2008) es clarísima en su artículo 44: “Se prohíbe la utilización de sistemas de llamada automática por voz, fax, correo electrónico o cualquier otro dispositivo con fines de venta directa, salvo la de los abonados que hayan dado su consentimiento previamente”.
Pero, tanto esta ley como una sentencia judicial, les importa poco a esos señores, que mantienen esa mala práctica.
El primer fallo judicial se dio en el 2012. El Tribunal Segundo Civil condenó a Citi Tarjetas de Costa Rica por daño moral relacionado con acoso telefónico y, como resultado de esa “falta contra la intimidad”, fue obligada a pagar ¢4 millones a Juan Sebastián Elizondo Morales, a quien “lo llamaban y pasaban acosando en tiempo de oficina, fines de semana y en horas de la noche”, según denunció su abogado al presentar el caso en el 2009.
Eso sigue ocurriendo. Llaman desde temprano en la mañana y en horas de oficina, de almuerzo y hasta en días de descanso. Lo grave es que los operadores rehúsan un “no, gracias”. Insisten y persisten e incluso se dan el lujo de preguntar “¿por qué no quiere la tarjeta?”. Un “no” lo interpretan como una invitación a seguir y a insistir. Intromisión total.
A una década de la promulgación de la Ley 8642, es momento de que los diputados que ahora plantean regulaciones al mercado de tarjetas de crédito incluyan una real prohibición al acoso telefónico, pues el artículo 44 está hoy pintado en el papel y denunciar ante un tribunal lleva tiempo y cuesta dinero.
Mientras tanto, solo queda atender una a una las llamadas desde los múltiples números que usan los emisores de tarjetas y, si se cuenta con un teléfono inteligente, darle “bloqueo” uno a uno. También existen app que identifican números spam (Truecaller es una) y los bloquea de inmediato. A eso hemos tenido que llegar ante un exagerado irrespeto a la privacidad.
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Armando Mayorga es jefe de Redacción de La Nación.