La apuesta del país en materia de energía eléctrica ha sido por la construcción de proyectos para el uso de fuentes renovables.
Sin duda, una estrategia totalmente acertada han sido los desarrollados por el Grupo ICE y, naturalmente, los de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL).
Con ellos se busca la utilización mínima de combustibles fósiles y se colabora con la meta ser un país carbono-neutral.
Entonces, ¿dónde está el pecado de la administración de Pablo Cob Saborío, exgerente de la CNFL que construyó proyectos para producir energía con fuentes renovables?
La respuesta es sencilla: no basta una buena estrategia, se requiere una excelente ejecución para tener éxito.
Una buena estrategia ejecutada con habilidad y responsabilidad aumenta las posibilidades de que la empresa sea un actor extraordinario en el mercado.
En contraste, si es una estrategia exitosa, pero carente de una dirección clara, transparente y responsable, es muy probable que los resultados financieros sufran, el negocio entre en riesgo a mediano o largo plazo y la administración sea deficiente.
Serios baches. La CNFL desarrolló proyectos con la estrategia correcta. El pecado capital se dio en la ejecución, como lo evidencian los estudios de prefactibilidad y factibilidad, que fueron débiles e incompletos, así como:
• Análisis financieros antojadizos (proyecciones de generación de energía muy por encima de la realidad, vida útil de los proyectos superior a los estándares mundiales e inconsistencias en las partidas de ingresos y costos).
• Ausencia de controles financieros durante las distintas etapas del proyecto para verificar si –ante cambios en variables claves– seguían siendo viables.
• Falta de incorporación de todas las obras necesarias en la inversión inicial.
• Utilización de estándares de construcción sin estudios técnicos que sustentaran su necesidad y el incremento de los costos.
• Inversión en actividades de responsabilidad social más allá de lo razonable, lo que encareció y comprometió la rentabilidad del proyecto.
• Costos de construcción muy por encima de los estándares internacionales, como lo fue el proyecto eólico, en alrededor de $3.600 por kilovatio instalado y el Balsa Inferior, por cerca de $9.000 por kilovatio instalado.
Freno a proyectos. El precio del kilovatio/hora comprado al ICE es de $0,12, por lo que tanto en Balsa Inferior como en el proyecto eólico no se cumplió el objetivo de sustituir este costo por uno inferior vía generación propia.
Todas estas debilidades han sido detalladas por la Contraloría General de la República en sus diferentes informes.
Justamente, la razón principal de los ya conocidos apuros financieros de la CNFL son las equivocaciones, por parte de la administración Cob Saborío, en la ejecución de estos proyectos de generación.
Para mitigar la situación, la administración actual de la CNFL frenó proyectos que estaban tanto en etapas avanzadas de adjudicación como en análisis de factibilidad, debido a que no eran rentables.
Asimismo, tras múltiples esfuerzos –y recibir las obras en un 92% de avance, al asumir la administración– pusimos en operación Balsa Inferior, en noviembre del 2014.
Hoy, ambas plantas operan y se mantienen con los más altos estándares de responsabilidad y eficiencia para disminuir, al mínimo, los costos asociados a sus actividades y compensar las altas cargas financieras de las obras.
Apuntamos a que, con el trascurrir de los meses, el costo de producción se acerque paulatinamente a los costos de mercado.
Además, estamos analizando alternativas para reestructurar la deuda y, así, aliviar la presión sobre los costos de producción.
Insisto: la estrategia es importante, pero su buena ejecución es indispensable para lograr el éxito en la gestión empresarial, requisito que en los proyectos eólico Valle Central e hidroeléctrico Balsa Inferior evidentemente no se dio.
Víctor Solís Rodríguez es el gerente general de la CNFL.