Al oído del presente

Se ha creído que la dialéctica amigo-enemigo es más beneficiosa que la concordia en la diversidad

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El imaginario social costarricense contiene un inmenso océano de ficciones político-ideológicas. En lo que sigue indico algunos hechos que muestran la verosimilitud de esta hipótesis.

Contrario a la narrativa política tradicional que sobrevalora el carácter democrático-liberal del sistema socioeconómico originado en la reforma social de 1940-1944, la guerra civil de 1948 y la Asamblea Nacional Constituyente de 1949, estimo que la democracia costarricense es inconclusa y excluyente, lo cual, por supuesto, no invalida sus méritos.

Como bien fue señalado en los años setenta por destacados investigadores costarricenses (Jacobo Schifter, Rodolfo Cerdas y otros), el fundamento de la estabilidad del régimen establecido después de 1949 reside en el fenómeno de neutralización recíproca de clases sociales y fuerzas políticas principales.

Las clases sociales medias y las empresariales (comercio, industria y agricultura) establecieron entre sí un acuerdo tácito para beneficiarse mutuamente de las transformadas coordenadas históricas sin perjudicar los intereses de los cafetaleros, pero este acuerdo excluyó a la incipiente clase obrera industrial, al proletariado agrícola y a los segmentos poblacionales pobres de la ciudad y del campo, con lo cual la democracia moderna del país quedó atravesada por el “pecado original” de no ser socialmente incluyente más allá de los sectores usufructuarios directos de la nueva situación.

Tal circunstancia se ha extendido y desarrollado hasta nuestros días con el agravante de que ha dado lugar a la formación de estructuras feudales de poder, en el Estado, el gobierno y el resto de la sociedad, desde donde se gestionan las instituciones y las organizaciones en función de intereses minoritarios o sectoriales, con lo cual se ha deformado la adecuada articulación del bien común y los bienes individuales.

De ser válida y cierta la hipótesis indicada, entonces, es claro que el próximo paso en la profundización de la vida democrática y liberal de Costa Rica consiste en dignificar, promocionar socialmente y empoderar políticamente a los más de dos millones de costarricenses que conforman el segmento no estatal o gubernamental de los trabajadores, y esto implica cerrar brechas salariales, de empleo y oportunidades entre los sectores público, privado y mixto del entramado social.

Requisito intelectual-político necesario para lograr el propósito indicado es contar con una cosmovisión global de los derroteros estratégicos del desarrollo costarricense, pero en este momento tal cosmovisión no se observa ni en las élites político-partidarias ni en los movimientos sociales.

Cinco tesis políticas. La ausencia de cosmovisiones integrales sobre el presente y el futuro de Costa Rica no es una constante en la evolución política costarricense, sino un rasgo negativo de la actual coyuntura.

Entre los años 1965 y 1985, por ejemplo, tiene lugar la más significativa experiencia de diálogo social de la que se tenga noticia desde 1821. En ella participaron investigadores y estudiosos sobresalientes tales como José Abdulio Cordero, Constantino Láscaris, James L. Busey, Chester Zelaya, Daniel Camacho, Óscar Aguilar Bulgarelli, Rodolfo Cerdas Cruz, Jacobo Schifter, José Luis Vega Carballo, Samuel Stone, Manuel Formoso Herrera, Eduardo Ortiz Ortiz, Eugenio Rodríguez Vega, Enrique Benavides, Óscar Barahona Streber, Eduardo Lizano Faith y otros más.

Cuando se estudian los documentos, jornadas de reflexión y libros generados en el intenso debate nacional referido se hacen evidentes cinco tesis políticas fundamentales que aún ejercen claras influencias, y por eso las menciono. Son las siguientes:

1. Estado mínimo, mercados económicos desregulados (anarcocapitalismo neoliberal).

2. Estado propietario de medios de producción, mercados económicos intervenidos (socialismo totalitario).

3. Estado empresario, mercados económicos regulados (socialestatismo).

4. Estado participativo, nacionalismo, mercados económicos orientados (socialparticipativo).

5. Estado liberal-social con énfasis en una economía de mercado abierta, no protegida (tercera vía del desarrollo social).

Tarea inconclusa. Al analizar el itinerario histórico (1976-2017) de cada una de las tesis referidas es evidente que los planteamientos 1 y 2 nunca han alcanzado suficiente poder político y partidario como para realizar sus respectivas visiones de sociedad, por esto en Costa Rica no ha sido viable el modelo de desarrollo anarcocapitalista del neoliberalismo, ni tampoco la estrategia socialestatista de carácter totalitario, y esto explica que las organizaciones políticas afines a tales propuestas han experimentado una cierta evolución hacia posturas moderadas o reformistas respecto a los planteos originales.

Las tesis 3, 4 y 5 mantienen co-relaciones que obligan a permanentes procesos de negociación política en marcos jurídicos democrático-liberales, lo que no desconoce que la opción 5 ha sido dominante desde mediados de los años ochenta, y esto aconseja introducir una breve reflexión en torno a la tercera vía del desarrollo social en el caso costarricense.

Este concepto no indica un camino intermedio entre capitalismo y socialismo, sino un tipo de capitalismo democrático-liberal que después de 1982 propicia la existencia de mercados abiertos, no protegidos, combinados con un Estado gestor del desarrollo, pero que antes de ese año, dígase en la fase de ascenso de la estrategia de sustitución de importaciones y Estado de bienestar, subrayó la importancia de una mayor presencia estatal en la vida económica y social o que en los años cuarenta propicio la creación de un Estado distribuidor.

Lo dicho significa que la tercera vía en Costa Rica ha conocido distintas etapas de desarrollo pero que siempre se ha caracterizado por intentar una síntesis entre los mercados, el Estado y la ciudadanía conforme a las particulares coyunturas históricas, evitando, en cada circunstancia, las posiciones extremas del abanico ideológico.

Conforme a lo dicho es equivocado afirmar que en la década de los ochenta el anarcocapitalismo del neoliberalismo alcanza mayorías parlamentarias y asume el ejercicio del poder ejecutivo; ocurrió lo contrario, es en esa década cuando se evita que las alternativas anarcocapitalistas y de socialismo totalitario hegemonicen las dinámicas sociopolíticas.

Este hecho no ha sido analizado con profundidad porque para los estereotipos dominantes es más cómodo hablar de neoliberalismo y de estatismo, de comunismo y democracia, de amigos y enemigos, de patriotismo y servilismo, antes que matizar, analizar y buscar acuerdos.

Se ha creído que la dialéctica amigo-enemigo es más beneficiosa que la concordia en la diversidad, y sobre esa base los actores políticos y sociales han quedado prisioneros del hábito de evadir sus responsabilidades en relación con los errores e insuficiencias que presenta la sociedad nacional. Frente a esa costumbre conviene recordar que existe un cuidado compartido del destino colectivo y no debe ser problema interiorizarlo a sabiendas de que siempre es mejor asumir la crítica, la autocrítica y la corresponsabilidad como principios de transparencia y negociación.

El autor es escritor.