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La afición a la lectura debe estimularse desde edades tempranas. (MICHAEL CITRONE)
Un desafío casi antropológico enfrenta la transmisión cultural y la promoción de la lectura. La Sociedad Española de Documentación e Información Científica (Sedic) señala que los jóvenes están creciendo rodeados de dispositivos tecnológicos y tienen un bagaje audiovisual superior al de otros tiempos.
Pertenecen a una generación interactiva. Intentan marcar tendencia entre sus amigos. Les interesa contar historias de forma audiovisual. Muchos son blogueros, booktubers y bookstagrammers. Según la Sedic, la situación es de inestable equilibrio entre los valores del mundo analógico y el digital.
Existe una pluralidad de escenarios de lectura entre los que se desenvuelven. Hallar el equilibrio entre la lectura y el ocio digital es complejo. Estamos sometidos a estímulos constantes, a la omnipresencia de las pantallas. El silencio, la serenidad y la concentración no son compatibles con el ruido y la inmediatez que exige la multitarea que fomenta la digitalización.
Según el Estudio internacional para el progreso de la comprensión lectora, se logra rendimiento y habilidades lectoras mejores en hogares donde se crece con un gran número de libros, donde los padres tienen un buen nivel educativo y se implican en el aprendizaje de sus hijos.
Influye, asimismo, que los colegios tengan recursos de apoyo a la lectura. El informe PISA del 2018 para España refleja que alumnos que vienen de casas con menos de 10 libros obtuvieron una puntuación media de 423 puntos, frente a los 540 que sacaron los que tenían más de 500 libros. Cuarenta puntos equivalen a un año académico. Los 117 puntos de diferencia reflejan casi tres años de diferencia.
Estudios señalan que los jóvenes se apartan progresivamente de la literatura. En un primer momento (10-14 años) el porcentaje de lectores frecuentes desciende al 70 % y en un segundo (15-18) se reduce por debajo del 50 %, con un 38 % que no lee nada o casi nada. Atraviesan una edad llena de incertidumbre, inseguridades y rebeldía. De búsqueda de la identidad y conformación de su personalidad. Quizás el mayor acto de rebeldía en esta etapa sea leer un libro.
Dichos estudios coinciden en subrayar la importancia que tiene la actitud de los padres en la afición a la lectura de sus hijos desde edades tempranas. Existe una vinculación significativa. Permiten comprobar que los hábitos de lectura no se improvisan. Normalmente, a quienes leen por gusto a los 10 y 16 años sus padres les leían cuentos a los 5 años.
Los expertos Mauro Mediavilla y José García Clavel recomiendan la implicación de los padres en los proyectos educativos, de conformidad con las políticas que han seguido países como el Reino Unido, Irlanda o Estados Unidos.
“Más que obligar a los padres a participar en reuniones del colegio, sería mejor avanzar en su formación como padres. Poner en marcha políticas educativas para que sean conscientes de su papel en el aprendizaje de sus hijos, ayudándoles a encauzar el deseo que naturalmente tienen de ser mejores educadores, mejores padres”, dicen Mediavilla y García.
Debemos repensar la forma en que se enseña la literatura en los colegios para no alejar a las futuras generaciones de la lectura. La lectura es un fenómeno cualitativo. Esperamos de las instituciones educativas los mejores libros. Libros valiosos y profundos que los transformen. Obras que aporten a su enriquecimiento interior. Obras de las que obtengan inspiración y que propicien la reflexión ética.
“Las pantallas devoran y las buenas lecturas alimentan”. La pedagoga estadounidense Karen Bohlin afirma que los personajes de la mejor literatura nos proporcionan unas ventanas privilegiadas al alma humana por medio de las cuales examinar los factores internos y externos que acaban pesando en que alguien llegue a ser un tipo de persona merecedora de admiración y respeto.
En su libro Educando el carácter a través de la literatura, habla de qué clase de libros deben proponerse a los alumnos de secundaria que pueden despertar su imaginación moral. Menciona que frente a la ficción sociológica de moda, es necesario apostar por libros de calidad literaria reconocida.
Al pensar en los niños y jóvenes que no tienen grandes bibliotecas en sus casas, recuerdo una frase que se le atribuye a Confucio: “Yo vivo en una casa muy pequeña, pero mi ventana mira hacia un mundo muy grande”. El gran reto educativo es abrir esas ventanas.
La autora es administradora de negocios.