Noticia terrible: Crisis de los 80 todavía persigue a 315.000 ticos que dejaron las aulas , equivalente al 68% de los estudiantes matriculados en primaria o secundaria en 1984 (La Nación, ayer domingo). Los técnicos la llaman “la generación perdida”. De 1974 a 1978, imprevisión. De 1978 a 1982, un desastre económico. De ahí en adelante, hasta el 2.000, 20 años para reconquistar la cobertura del 60%, cuando comenzó la estampida de estudiantes sumidos en la pobreza.
Noticia más dolorosa aún: “En medio de la angustia por la falta de dinero, “la generación perdida” se topó con otra dificultad: el país les dio la espalda a los estudiantes pobres y no tomó medidas para que regresaran a las aulas” (Declaraciones de Isabel Román, coordinadora del III informe sobre el Estado de la Educación ). Indiferencia radical frente al derecho a la educación de los estudiantes pobres, pero, eso sí, una cháchara ideológica, interminable y evasiva, para no ver de frente este problema capital, generador de una generación pérdida, que ha sufrido en carne y alma propias, por muchos años, uno de los grandes pecados –la indiferencia– de los políticos y de aquellos que, en esos años, pudieron elevar su voz.
Tercera noticia: pese a los graves problemas de nuestro sistema educativo, por todo lo dicho, los dirigentes de los gremios de los educadores, además de mentir con frescura sin igual contra la propuesta del MEP para dividir en trimestres el calendario escolar, en beneficio de los estudiantes y de los padres de familia, ahora convocan a una huelga para mañana martes.
No solo le han negado al ministro Leonardo Garnier su derecho inalienable a explicar y dialogar sobre el tema, sino que, carentes de argumentos, pero repletos de ideología, ahora quieren hacer lo de siempre: usar a los estudiantes y a los propios educadores como instrumento de sus intereses y de su renuencia a mejorar la educación nacional. El daño que esta mentalidad sindical les ha causado a los estudiantes y a los padres de familia representa una de las grandes calamidades morales del país.
En un campo pagado en la prensa nacional, ayer, el ministro Garnier hace añicos las poses ideológicas de APSE contra el proyecto del MEP y pone al descubierto la extraordinaria capacidad de mentira de sus dirigentes, además de su pobreza conceptual, de raciocinio y de análisis de los hechos. Da pena que, en esta etapa de nuestra historia, cuando la educación –nuestro mejor recurso– nos convoca a dar lo mejor de cada habitante por el país, los dirigentes de los gremios de educadores insistan, por un protagonismo aberrante, en hacer daño y en manipular y chantajear a los estudiantes y a los padres de familia.