Todo, como decía Cantinflas, es “falta de ignorancia”, al punto que no se sabe dónde termina la tragedia y dónde la comedia. El asunto es tan peliagudo que no queda más recurso que echar mano de la geometría y de la filosofía. Como no soy filósofo ni geómetra, ni nada parecido, séame permitido maniobrar ciertos conceptos para encontrar un haz de luz en la colisión múltiple entre los poderes del Estado y el interés político o personal.
Una de las tantas definiciones de ‘verdad’ dice que esta es la adecuación del pensamiento con la realidad, con los hechos. Y la geometría euclidiana define la línea recta como la distancia más corta entre dos puntos (les aclaro a ciertos diputados que Euclides nunca jugó con el Barcelona). Sin embargo, en el caso de las geometrías no euclídeas, la distancia viene dada por la longitud de las denominadas líneas geodésicas, que siguen la curvatura del espacio (nada sé de esto, pero recurrí a Internet, donde, si se escarba bien, uno puede parecer culto).
En fin, el caso es que la distancia más corta entre dos puntos no siempre es la línea recta, y la verdad no siempre significa la adecuación del pensamiento con la realidad, pues hay mucha gente que rompe, con la mentira, el disparate, la falta de sentido común o el atontamiento del poder, el concepto y vivencia de la verdad y la rectitud.
Lo curioso y bello es que la definición de línea recta y la de verdad se hermanan o, mejor, se deben hermanar en nuestras vidas. Y no crean que me refiero a la belleza solo como tributo a los niños y a las mujeres, sino porque, como decía Kepler, la geometría es el arquetipo de la belleza del mundo, y Platón definía la belleza como el esplendor de la verdad. Así es que todo se junta: línea recta (rectitud en el orden moral, derecho en el legal), verdad y belleza. En estos tres conceptos siempre la distancia entre ellos es, como en el amor, la más corta.
Esta es la cuestión de fondo. Aquellos que no quieren en la vida o en su profesión transitar en derechura por la línea más corta o ingresar por la puerta más estrecha (el gobierno de la ley) se dedican afanosamente a buscar senderos torcidos, trillos esquivos, sobrevuelos oscuros, ventanas abiertas, retorcimientos y honduras extrañas que conducen siempre a la confusión mental y al desorden moral y legal para desgracia propia y del país. Desde el viernes pasado hasta ayer, en la patética conferencia de prensa en la Asamblea Legislativa, quedó documentado, una vez más, en la saga de las donaciones del BCIE y el manoseo de los poderes del Estado, que la línea recta entre la conciencia, la verdad y la ley, espacios de la política, no admite las curvaturas ni las falacias.