La tasa básica pasiva calculada por el Banco Central subió de 6,75% a 6,85% la semana pasada. Es un ajuste apropiado en vista de la evolución de las principales variables financieras. Hay espacio para un movimiento mayor, pero no se deben usar las tasas de interés con el fin de evitar los ajustes indispensables para restablecer el equilibrio macroeconómico, venido a menos en los últimos años. Si las tasas de interés se disparan, sufrirá la producción nacional.
Lo fundamental es determinar por qué han subido las tasas de interés. La respuesta apunta a varios factores. El primero se relaciona con el aumento de la inflación, influido, a su vez, por otros factores. El índice de precios al consumidor (IPC) subió en más de un punto porcentual el mes pasado, uno de los aumentos más elevados de los últimos años. Y las expectativas de inflación para este año se incrementaron con respecto al resultado del 2013 y por encima de las metas del Banco Central, fijadas en un 4% (más o menos, un punto porcentual). Si la inflación aumenta, disminuyen concomitantemente las tasas reales de interés y se desestimula el ahorro en moneda nacional. Para evitarlo, los participantes en el sistema financiero deben pagar –y recibir– un porcentaje mayor en términos nominales. El ajuste de 0,10% en la tasa básica pasiva va en la dirección correcta, pero parece insuficiente comparado con el crecimiento del IPC.
La inflación, a su vez, ha subido por efecto de los ajustes en el tipo de cambio experimentados en la primera parte del año, en un porcentaje ligeramente superior al 10%. Es un ajuste fuerte que, probablemente, no se ha sentido aún en su totalidad en los precios de los bienes y servicios en el mercado local. Los combustibles, por ejemplo, han venido subiendo y afectarán casi todo lo demás, por lo que anticipamos que la inflación de mayo también será más elevada. En consecuencia, deberían producirse nuevos ajustes en las tasas nominales de interés para mantener el valor real de los ahorros.
Pero, además, es importante ajustar las tasas pasivas, que informan las tasas activas (préstamos), para evitar que la inflación se dispare. Precisamente por eso, el Banco Central ajustó hacia arriba sus tasas de captación, según lo informamos de manera oportuna. Las tasas de captación del ente emisor influyen en las tasas de interés, aunque, quizás, no de manera tan directa como el Banco quisiera. Pero la institución ya dio un mensaje positivo en esa dirección, aunque, de nuevo, tiene espacio para mejorar, sobre todo por la presión que ha venido experimentando el mercado cambiario. Las tasas de interés son un poderoso instrumento de ajuste, pero no se debe abusar de ellas para evitar desequilibrios en otras variables.
Otra de las razones por las cuales se ajustan las tasas de interés en colones se vincula, precisamente, con la evolución y expectativas de la tasa de devaluación. Para evitar que el ahorro nacional se dolarice, o simplemente salga del país, las tasas de interés en colones deben ser lo suficientemente atractivas para superar las tasas pasivas en dólares (en el mercado local), más la suma de la devaluación esperada. Y eso dependerá mucho de la política cambiaria de las nuevas autoridades. Si se orientan por un proceso de ajuste cambiario gradual y prolongado, reduciendo las bandas cambiarias, las tasas de interés tendrían que ser más elevadas para evitar el desestimular el ahorro en colones y la dolarización de los depósitos; por el contrario, si optan por mayor flexibilidad, las tasas de interés no tendrían que subir tanto, pues los ajustes se harían más rápidamente.
El déficit fiscal es otra de las variables influyentes en las tasas de interés en colones. Con un faltante entre ingresos y egresos del 6% del PIB en el Gobierno Central, es prácticamente imposible reducir las tasas de interés. De momento, tenemos el efecto amortiguador de $1.000 millones en eurobonos que todavía no se han empezado a colocar, pero que le permitirán al Gobierno no presionar tanto el mercado financiero local. Cuando se agote ese recurso, sin embargo, se deberá valorar muy bien si una nueva colocación en moneda extranjera resultaría más barata que otra alternativa en moneda nacional. La solución, evidentemente, es disminuir en lo posible el déficit fiscal, lo cual equivale a atacar las causas para abaratar el costo del financiamiento y combatir eficazmente los efectos.
Finalmente, está el tema complejo de las expectativas generadas por la política económica del nuevo Gobierno, insuficientemente definida hasta ahora. Si los agentes económicos perciben que las autoridades enfrentarán con decisión el desequilibrio macroeconómico, principalmente en lo fiscal, monetario y cambiario, anteponiendo la lucha contra la inflación a las tentaciones de expandir el gasto o posponer ajustes, las mejores expectativas contribuirán a moderar los precios y, en consecuencia, las tasas de interés, en beneficio de la producción nacional y de la generación de empleo. Si no, las expectativas pueden ser una nueva fuente de inflación y ajustes en las tasas de interés, difícil de controlar. La solución, desde cualquier ángulo que se le mire, es enfrentar las causas del desequilibrio macroeconómico para combatir eficazmente los efectos.