La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) anunció, en 1998, el desarrollo del Expediente Digital Único en Salud (EDUS) para digitalizar sus inmanejables acervos de expedientes clínicos en fichas electrónicas disponibles para consulta desde cualquier centro médico, sin tiempos de espera para el traslado físico de los documentos ni riesgo de pérdida de exámenes y otros reportes importantes.
Falta poco para el vigésimo aniversario del anuncio y la institución está lejos de cumplir la promesa, aunque, periódicamente, cuando el tema sale a relucir, se presenta ante la opinión pública para hablar de supuestos avances e insistir en que está a un paso de la meta.
No es cierto y el desorden de las listas de espera, descrito en nuestra edición de ayer, acredita el rezago informático de la institución, incapaz, a 17 años del anuncio del EDUS, de saber siquiera cuántas personas están pendientes de una intervención quirúrgica.
El caos es tanto más alarmante cuando se considera la existencia, desde hace lustros, de la Unidad Técnica de Lista de Espera, creada para ejercer control sobre las citas pendientes, pero, a estas alturas, incapaz de hacerlo. El programa no es parte del EDUS, cuya existencia simplificaría la gestión de citas y contribuiría a controlarlas. Tiene alcances mucho más limitados, pero ni siquiera ese ámbito restringido de responsabilidades condujo al éxito.
Contrario a las reacciones habituales de la Caja frente a las críticas a su tardado e ineficaz desarrollo informático, la presidenta ejecutiva, María del Rocío Sáenz, reconoció el desorden y la existencia de diversos sistemas de registro. Sus declaraciones también indican el estado de la cuestión: “Si estamos reconociendo hoy que, después de 20 años, las acciones son necesarias, pero no son suficientes, es porque tenemos que hacer otras acciones, y de esas acciones algunas son estas que estamos planteando, pero otras no las hemos diseñado todavía”.
“Lamentablemente –añadió– a la institución le falta mucho en el desarrollo de sistemas de información de carácter nacional. Tenemos esfuerzos aislados, con muy buenas intenciones, pero muchos de ellos fragmentados”.
“Yo no puedo ocultar el sol con un dedo”, dijo la presidenta ejecutiva de una institución donde muchos lo han intentado. Reconocer el problema, a estas alturas, es un paso en la dirección correcta. Otro sería entender, como lo hizo la expresidenta Laura Chinchilla, que la Caja debe desistir de desarrollar el programa por cuenta propia y acudir a una asesoría internacional. El EDUS existe en Corea, España y Ecuador, para citar tres de muchos ejemplos. No es necesario inventarlo, como lo vienen intentando sin éxito cientos de informáticos de la Caja a lo largo de tantos años.
A la institución le quedan dos años para cumplir el mandato legislativo que en el 2013 le concedió un plazo, injustificadamente generoso, de cinco. Ya para esas fechas, la Comisión de Notables que analizó la crisis de la Caja había declarado “inadmisible” la ausencia del expediente digital y la Sala Constitucional le había exigido a la institución adoptarlo “en un plazo razonable”.
Importantes intereses dentro de la Caja militan contra la adopción del EDUS. El sistema permite ejercer control sobre el trabajo médico y el uso de los recursos, desde los quirófanos hasta las medicinas. También elimina la necesidad de la legión de funcionarios encargados del archivo y traslado de los expedientes físicos. Un sindicato en huelga tiene el éxito asegurado con solo paralizar el trasiego de documentos y los informáticos encargados de desarrollar el sistema no tienen prisa para completarlo.
Pero la Caja ya no puede insistir en presentar sus limitados “planes pilotos” como si fueran el EDUS y la realidad, como en el caso de las listas de espera, constantemente rebasa los intentos de justificación. La sinceridad de la presidenta ejecutiva anima la esperanza de que por fin se le dé a la digitalización el lugar prioritario prometido hace 17 años.