En su reciente gira por Estados Unidos, el presidente de la República, Luis Guillermo Solís, reafirmó su decisión de dejar atrás su oposición al Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y la República Dominicana (Cafta). También reiteró su deseo de atraer más inversión extranjera de ese país.
La noticia fue muy bien recibida por inversionistas nacionales y extranjeros, pues disipa algunas dudas en torno al apoyo político oficial a la apertura comercial desarrollada por el país en las últimas décadas. Al mismo tiempo, el Dr. Eduardo Lizano brindó declaraciones sobre los ajustes requeridos para adaptar el modelo a los retos y necesidades más recientes de la economía costarricense. Sus respuestas también fueron aleccionadoras.
Don Luis Guillermo enfatizó tres aspectos esenciales, uno personal y dos conceptuales. El primero refleja una buena actitud de reflexión y apertura: “Cuando uno se congela en el tiempo y se queda pensando en los mismos términos, imaginándose un país que no se ha movido en los últimos siete años, se equivoca, y se equivoca mucho”. Lleva toda la razón.
Los otros dos aspectos se refieren a la necesidad de mirar el proceso de desarrollo como “un instrumento para sacar a los costarricenses de la pobreza a través de la generación de empleos”. También tiene razón. Y aquí es donde convergen sus declaraciones con las de don Eduardo Lizano.
Para don Eduardo, la apertura comercial ha producido muy buenos resultados en el tiempo, pero las circunstancias actuales de la economía nacional e internacional exigen ciertos ajustes. Uno de ellos tiene que ver con la tasa de crecimiento de la producción, alrededor de un 4% en los últimos años, insuficiente para generar todas las fuentes de trabajo que la población demanda y mejorar también los niveles de ingreso, particularmente en los sectores de la población menos favorecidos. El desempleo permanece elevado. El mercado interno no ha podido aportar el dinamismo requerido para absorber toda la mano de obra disponible, y la economía internacional todavía está en proceso de recuperación.
De ahí se obtiene una conclusión importante: para mejorar la pobreza y el desempleo es menester incrementar la tasa de expansión de la producción costarricense, pero de manera sostenida. Y es ahí donde la apertura comercial entra en el escenario. Una economía pequeña como la nuestra, con limitados recursos reales y un desequilibrio macroeconómico pronunciado, tendría muchas dificultades para crecer únicamente sobre la base del mercado interno. Rápidamente se recalentaría la economía, generando mayor inflación y desequilibrio macroeconómico. El desahogo tiene que venir por la ampliación de mercados para permitir el crecimiento por las exportaciones. Ampliar los tratados de libre comercio es la estrategia adecuada, pero también conviene atraer inversión extranjera, que cumple un papel esencial. Por esa razón, fue muy positivo el viaje del presidente Solís a Estados Unidos para reunirse con inversionistas y motivarlos a invertir en nuestro país.
Para poder crecer más en términos reales, Costa Rica debe asignar mejor sus escasos recursos productivos. En la actualidad, un gran porcentaje de ellos es absorbido por el sector público, cuyo aporte a la formación del PIB es comparativamente menor. En las erogaciones del Gobierno Central y las distintas instituciones hay mucha ineficiencia, despilfarro, abusos en las remuneraciones a los servidores públicos y diversas formas de corrupción. Además, las tasas de interés tienden a crecer con el desequilibrio fiscal, en detrimento del financiamiento al sector privado, que es más productivo y generador de empleo. En ese contexto, una reducción del gasto público como parte de una reforma integral produciría un efecto positivo en la producción y generación de empleo.
Otros aspectos para mejorar el crecimiento real de la producción se relacionan con los excesivos trámites burocráticos, incertidumbre por la indefinición de otros aspectos de la política económica, la tradicional baja inversión en infraestructura, que afecta la productividad, la insuficiente apertura en la comercialización de los bienes de la canasta básica y otros factores que hemos comentado en editoriales anteriores. Sin embargo, la nueva visión oficial del Cafta y la apertura comercial, en general, son pasos en la dirección correcta.