El Reino Unido llevó a cabo el jueves un histórico ejercicio electoral que brindó una incuestionable victoria a los conservadores liderados por el actual primer ministro, David Cameron.
Los resultados finales otorgan a los tories de Cameron 331 asientos parlamentarios de los 650 que conforman el total. En un distante segundo lugar, quedó rezagado el laborismo.
El aplastante triunfo brinda así a los conservadores una mayoría en el pleno parlamentario, traducida en un espacio de acción insólito para el gobierno de Cameron. Previamente, Cameron requería de alianzas efímeras en su conquista de respaldos para su tarea de gobierno. Ahora, en contraste, la debacle en las urnas ha impuesto la renuncia del jefe laborista, Ed Miliband.
Sin embargo, más desafiante, quizás, es el programa de índole internacional que debe acometer el primer ministro Cameron. Hay materias, como el papel del Reino Unido en la Unión Europea, que demandan la atención del jerarca inglés para articular soluciones prontas, creíbles y respaldadas por la ciudadanía británica.
La historia de las pugnas épicas entre Winston Churchill y el general Charles de Gaulle ha llenado un gigantesco sinnúmero de tomos en las bibliotecas más afamadas del planeta. El empeño del Reino Unido para reinsertarse en la Comunidad Europea chocó de cara con la resistencia del líder francés por mantener a los ingleses fuera del mapa. Esta lucha de titanes afortunadamente se resolvió años después. Todo se originó en la venganza fraguada por el gran general, lastimado por el desdén injuriante de Churchill en tiempos de la guerra contra el nazismo.
Hoy día, la Unión Europea festeja la participación del Reino Unido en sus filas. A su vez, legiones de británicos objetan someterse al dictado de otros Gobiernos. La solución, sin embargo, no depende solamente del Reino Unido, que ha desarrollado su estrategia global del brazo de Estados Unidos. En todo caso, la singular medida demandaría un plebiscito ya programado para el 2017. Como Cameron ha sido claro, su Estado necesita el comercio con Europa.
Otro desafío que requiere solución es el futuro de Escocia. El debate sobre la independencia escocesa ha sido muchas veces explosivo, pero Cameron cuenta con apoyo para otra consulta popular y democrática.
En todo caso, el Reino Unido pareciera enrumbarse hacia un papel secundario en el ámbito global. Y esta ruta encuentra asidero en los declinantes números de tropas, fuerza aérea, unidades mecanizadas y otros indicadores. Por ejemplo, la economía británica se ubica en noveno lugar mundial y no es difícil para los entendidos calcular su salida del marco de las diez mayores. De igual manera, en 1990, los británicos dedicaban un 3,8 por ciento de su PIB para su defensa, pero hoy el monto correspondiente se ubica en menos del 2 por ciento. En fin, hay números hasta para una autopsia. Pero, no debemos dejar de considerar los caminos inevitables de las grandes potencias, como ha sido el caso de Rusia.
Aplaudimos la patriótica concurrencia -por encima del 60 por ciento- a las elecciones británicas. Este hecho en sí mismo ofrece un hálito de esperanza y fe en la durabilidad de las instituciones que conforman los sistemas democráticos en el mundo actual.