El presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó la semana pasada la realización de ejercicios militares en las cercanías de su frontera con Ucrania. Los ensayos incluyen la participación de la infantería así como de fuerzas navales y aéreas en una clara demostración del poderío militar ruso.
Los ejercicios tienen lugar con miras a las conversaciones sobre Ucrania con Ángela Merkel, la canciller germana, y el presidente francés, François Hollande, en setiembre. Con rostro cansado, la gobernante alemana declaró a la prensa que debían vivir con la realidad de la anexión rusa de Crimea y su respaldo a los separatistas en la Ucrania oriental.
El fantasma del poderío bélico ruso salta a diestra y siniestra en distantes puntos geográficos. Hoy es en Ucrania, pero también en Nicaragua, donde Moscú se ha constituido en suplidor de modernos tanques y otros armamentos.
Sin embargo, el tema de Ucrania no cesa de irritar a los jefes del Kremlin. Y no es para menos. El 24 de agosto de 1989 Ucrania declaró su independencia de la entonces Unión Soviética. La legitimidad de este paso quedó establecida mediante un plebiscito en el cual el 90% del pueblo ucraniano avaló la independencia. A pesar de las transformaciones en Rusia, Putin todavía no se reconcilia con la creación de una nación independiente y prooccidental en Ucrania.
Las relaciones entre Ucrania y Rusia se han mantenido tensas por largo tiempo, pero ahora parecen haber llegado al borde del hervor. Semanas atrás, los cadáveres de dos soldados rusos aparecieron en Crimea. El hecho fue dado a conocer por Moscú, pero no lo confirmaron los medios occidentales. Putin acusó a Ucrania de cometer “actos terroristas” y puso en alerta a miles de tropas rusas. Ucrania negó los hechos y también ordenó movilizar a sus Fuerzas Armadas.
¿Qué pretende Putin con este despliegue bélico? Algunos analistas de la zona creen que tan solo intenta amedrentar al gobierno de Petro Poroshenko y al pueblo ucraniano. Al mismo tiempo, ha notificado a los ucranianos y el resto del mundo del poderío en sus manos. No faltan tampoco opiniones de que Putin se prepara a invadir Ucrania para instalar un presidente títere y desmembrar su territorio. Así lo hizo en agosto del 2008 en Georgia.
Putin también podría estar apostando a lograr que las potencias occidentales levanten sus sanciones a Rusia a cambio de aflojar los amarres de Ucrania. La credibilidad de Moscú está sumamente afectada por lo ya acaecido en Georgia y Ucrania, así como en Siria, lo cual justifica extrema cautela en el Oeste. Es largo y empinado el trecho que Putin deberá recorrer para cerrar el capítulo ucraniano.
Ucrania ha conseguido una relativa prosperidad. Sus indicadores económicos señalan una baja en la inflación y un crecimiento apreciable en el ingreso, producto de promover sus exportaciones de gas natural y otras actividades económicas. El país sigue plagado por la corrupción, pero da muestras de querer erradicarla tras la sustitución en el 2014 del gobierno de Viktor Yanukovych, aliado de los rusos.
La caída de Yanukovych no obedeció exclusivamente a la insatisfacción con la corrupción y falta de prosperidad económica, sino también con su alineamiento con Moscú. Los ucranianos esperaban estrechar sus lazos con Occidente mediante un convenio con la Unión Europea pero, en el último minuto, Yanukovych volvió la mirada hacia Rusia, se abstuvo de firmar el pacto y lo sustituyó por un acuerdo con Putin. Las protestas acabaron con el gobierno y encendieron el enojo del gobernante ruso.