Editorial: Vergüenza nacional

Una entrevista concedida a un medio radiofónico corrió el velo de una verdadera vergüenza nacional o, quizá, de varias, según se quiera ver. El sistema educativo tiene razones para sonrojarse ante la incapacidad de los alumnos para el pensamiento crítico o, siquiera, la coherencia.

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La entrevista a dos dirigentes de los pequeños grupos estudiantiles empeñados en crear desorden durante las últimas semanas, conducida por el periodista Randall Rivera en el programa Matices, corrió el velo de una verdadera vergüenza nacional o, quizá, de varias, según se quiera ver.

El sistema educativo tiene razones para sonrojarse ante la incapacidad de los alumnos para el pensamiento crítico o, siquiera, la coherencia. La comprensión de lectura, uno de los talones de Aquiles del sistema costarricense, irrumpió violentamente en el escenario cuando Rivera intentó contrastar las opiniones de los jóvenes sobre la educación dual con el verdadero texto del proyecto de ley.

Al instante, se hizo evidente que quienes convocan las protestas, imperceptibles si no fuera por el cierre de carreteras, no saben por qué lo hacen. En un pasaje memorable, uno de los entrevistados dijo haber leído el proyecto en “La Gaceta oficial”, pero no sabía si el texto varió desde entonces. Eso no obsta para convocar las protestas.

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Si no saben por qué se manifiestan, tampoco entienden los métodos empleados. Los entrevistados afirmaron estar en desacuerdo con el cierre de colegios porque “interrumpe la educación”. Sin embargo, en el puñado de centros educativos donde tuvieron la posibilidad de hacerlo, impidieron dar clases. El par de dirigentes se lavó las manos y culpó a los alumnos “porque ellos toman las decisiones”. La explicación choca con la táctica de poner candados en la entrada de centros educativos para impedir el ingreso de la gran mayoría de los estudiantes cuya inequívoca decisión es recibir lecciones. Denisse Jiménez, directora del Liceo Miguel Araya Venegas, de Cañas, rompió uno de esos candados a martillazos.

Cuando se les preguntó quiénes integran “las bases”, que supuestamente rechazaron un acuerdo con el Ministerio de Educación, los jóvenes hablaron de doscientos mil o trescientos mil estudiantes, pero no supieron explicar el cálculo y, mucho menos, decir en dónde los reunieron para examinar, en plenas vacaciones, la negociación con el gobierno. Cuando se les preguntó quiénes habían votado para elegir a la dirigencia, terminaron por aceptar que se trató de un grupúsculo.

Si el pensamiento lógico, la información básica y la coherencia se echaron de menos en la entrevista, la comprensión de elementos básicos de la discusión se tornó alarmante. Un pasaje memorable se produjo cuando el periodista mencionó la cobertura de riesgos dispuesta en el proyecto de ley de educación dual y uno de los entrevistados cuestionó si es “un seguro oficial o son pólizas”. Si la pregunta tuviera algún sentido, a los dirigentes se les hizo tarde para plantearla, pero preocupa constatar que los disturbios sufridos en las últimas semanas obedecieron a tan ridícula confusión mental.

Uno de los entrevistados, estudiante universitario, le disputó a Rivera las cifras de desempleo. Cuando el informador explicó que estaba citando al Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), ¡el joven preguntó en cuál población se basa el estudio!

La renuncia del ministro Edgar Mora fue punta de lanza de las protestas, pero ahora los dirigentes le reconocen haber hecho gestiones de importancia y mencionan, como única falla, que no los escuchó. Esa afirmación conduce al segundo motivo de sonrojo evidenciado en la entrevista. La caída de un miembro del gabinete por tan poca cosa es una vergüenza para el país y, en particular, para el gobierno.

Si un grupito de estudiantes carente de representación, razones o un mínimo de coherencia puede producir ese resultado con ayuda de unos cuantos traileros, todavía menos informados sobre la política educativa, la fragilidad del gobierno y sus instituciones es alarmante. La corrección no puede esperar al próximo capricho. Para comenzar, es necesario dejar de escucharlos —como le achacan a Mora— porque no tienen representación ni están dispuestos, a su vez, a escuchar razones. Concederles una importancia exagerada en relación con su número y sus quejas sin sustento — incluida la vigilancia con drones— es uno de los grandes errores de la presidencia.

Hay vergüenza para repartir y, aunque probablemente no la sientan, los manipuladores de los estudiantes son acreedores de una buena porción. Sacar provecho de la ignorancia para impulsar agendas ocultas, en nada relacionadas con las supuestas reivindicaciones del alumnado, es un acto vergonzoso como pocos. Lanzar a los estudiantes contra sus conciudadanos para impedirles trasladarse, trabajar o encontrar asistencia médica es un acto imperdonable.

De la vergüenza se ha salvado, por lo pronto, la Asamblea Legislativa. El trámite del proyecto de educación dual sigue adelante. Los jóvenes representados en la entrevista con Rivera no deben definir un elemento tan estratégico de la política educativa. Las razones son obvias.

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