El Grupo ICE, conformado por el Instituto Costarricense de Electricidad, la Compañía Nacional de Fuerza y Luz, Radiográfica Costarricense, Cable Visión de Costa Rica y Gestión de Cobro Grupo ICE, cerró el ejercicio económico del 2017 con un déficit de ¢64.000 millones y el del 2018 con uno de ¢193.000 millones, cifras altamente preocupantes. Las autoridades del conglomerado exploran posibles soluciones, con carácter de “urgencia” y con la debida consideración de los cambios estructurales vislumbrados en el mercado eléctrico, como la adopción, por parte de los grandes clientes, de nuevas tecnologías para hacer un uso más eficiente de la electricidad y, también, la generación por muchos de ellos de la energía requerida para sus operaciones.
En un documento interno, titulado Estrategia 4.0, el ICE plantea los principales retos del futuro inmediato, sobre todo, en el área de energía, en la cual más activos fijos utiliza. Esos bienes podrían resultar inútiles frente a un cambio tecnológico abrupto. Aunque lo divulgado de ese documento es relativamente vago, sí menciona la posibilidad de “identificar y vender aquellos activos o inventarios infrautilizados sobre la base de estudios técnicos que permitan generar liquidez para la atención de obligaciones y reducir los costos de depreciación”. Publicada la información por este diario (“Grupo ICE venderá bienes para afrontar pago de deudas", La Nación, 26/6/2019), el instituto emitió un comunicado para negar la inclusión de activos productivos entre los que estaría dispuesto a vender.
Eso dejaría por fuera buena parte del total de activos, conformada por plantas hidroeléctricas, de larga vida y depreciadas año tras año, pero la venta de bienes para pagar pasivos es razonable y debería dejar inalterado el patrimonio institucional, pues del debe y del haber salen sumas iguales. Las operaciones generarían una ganancia si la venta se hace por un valor superior al registrado y una pérdida, en caso contrario. La venta de activos improductivos —como los que en la jerga se denominan “pirámides”— debe hacerse en cualquier caso, pero lo mismo es deseable cuando se trata de los infrautilizados si no hay forma de darles mejor uso.
En efecto, con la venta o concesión de activos productivos es preciso ser muy cuidadosos, pues, si bien los recursos obtenidos pueden reducir la deuda y bajar los costos atribuibles a intereses y depreciación, también se renuncia a una fuente de ingresos futuros, que podrían permitir atender, hasta con creces, los gastos citados.
Por ser tantas las aristas por analizar antes de tomar decisiones —perspectivas del entorno y de la competencia, situación actual, posibles mejoras—, el Grupo ICE necesita tener, en sus cargos ejecutivos de alto nivel, personas de amplia capacidad analítica. La elaboración de un documento como Estrategia 4.0, aunque por ahora es para uso interno, constituye un buen punto de partida.
Por mucho tiempo, el ICE operó en un entorno relativamente estable, sin competencia, y eso estimuló cierto conformismo entre su directores y personal. Las circunstancias cambiaron y, si no actúa racionalmente en la actualidad, se arriesga a aumentar sus pérdidas. De no lograr las mejoras exigidas en su campo de acción, difícilmente podrá reducir las tarifas eléctricas, como pide el sector productivo, el cual debe competir con países donde es más barata, y también la ciudadanía, igualmente castigada por el costo del consumo doméstico.
El análisis franco de las condiciones de la institución y el mercado, acoplado con decisiones inteligentes sobre los activos de la entidad y el desarrollo de proyectos futuros, son más necesarios hoy que en cualquier otro momento de la historia.